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Lo que nadie te cuenta de estar desempleada

Comencé  a trabajar cuando tenía 20 años. Mi primer trabajo fue en atención al cliente de una gran cadena de Deportes. Lo que aparentemente iba a ser,  trabajar durante el verano, se convirtieron en 13 años. Simultaneé mi formación académica con la labor profesional y compaginé durante años varios trabajos a la vez. (Pregúntenle a Hacienda jajaja)

No siempre me dediqué al Trabajo Social, yo no fui de los casos en lo que terminas la carrera y comienzas a trabajar de inmediato. Muchos años estuve vinculada al mundo del comercio, trabajé como trabajadora social en Absentismo escolar, colaboré con varias empresas como Coach de equipo, estuve trabajando en empresas piramidales, como administrativa en una academia de formación… hasta que llegué a la Administración Pública. 

Es verdad, que di varios “tumbos laborales” porque no sabía que quería hacer. Había estudiado una profesión y una formación complementaria (master, experto…), tras esa primera experiencia, no volví a intentarlo. Así que hace tres años decidí darle una oportunidad, para verificar si vibraba conmigo o no. Es cierto, que no era la misma persona ni las mismas circunstancias, que en su día decidió dar carpetazo a la profesión. 

Y me puse a prueba. 

Estuve trabajando como trabajadora social para la Administración Pública durante 3 años, empatando contrato tras contrato, recorriéndome casi toda la isla. Recuerdo, cuando me llamaron desde RR.HH para ofrecerme mi primer contrato, “sustitución por baja laboral” (aparentemente no iba a ser larga). Me temblaba todo, obviamente se me activaron todos los miedos, todos los inconvenientes, mi “doña Paca” diciéndome: “¿vas a dejar un trabajo fijo?”, pero algo dentro de mí, tenía claro que tenía que hacerlo, debía soltar la comodidad falsa que me había creado, probar y saltar. 

Y lo hice, fue un salto duro porque fue un giro de vida de 360 grados. 

¿Sabes por qué te cuento todo esto? ¿Por qué te he puesto en antecedentes? 

Antes de seguir, quiero darte un dato que más adelante entenderás porque te lo facilito. Desde que empecé a trabajar con 20 años hasta que acepté el contrato en la administración Pública, en todos esos años sólo estuve desempleada un mes. Siempre empaté una situación laboral con otra. 

Venga, te sigo contando. 

Cuando decidí aceptar el contrato, sabía el juego en el que iba a entrar y sobre qué cosas iba a tener que lidiar (Ahora reconozco que algunas, no las tenía tan presentes.). Tenía que aprender a vivir, con una incertidumbre laboral constante: contrato de sustitución, contrato por vacaciones,… no tenía vacaciones como tal, gestionar la parte económica (un mes podía trabajar tres semanas, luego un mes y medio, otro cuatro meses y así…). Seguro que más de alguna lectora, que trabaje en este ámbito, le sonará mucho. 

Pero a pesar de ello, fue gratificante ver que volvía a conectar con la profesión, pero de una forma más madura. Mis acompañamientos e intervenciones no eran tan impulsivas, eran más meditadas, más conscientes, más resolutivas. Con esto, no quiero decir que,  con 20 años no iba a saber gestionarlo, pero la experiencia personal y madurativa, te hacen jugar con otra cartas. Y más sobre todo, cuando trabajamos con personas y muchas de ellas, con edades avanzadas. 

¿Y en qué situación me encuentro ahora? (Empieza la chicha…)

Actualmente llevo 3 meses desempleada. Al finalizar el último contrato, era consciente de que iba a estar unos meses sin llamarme. Por lo que aproveché para darme un mes de vacaciones, descansar y luego analizar la situación y tomar decisiones. 

Tras ese período, comencé a accionarme. Desde la administración la cosa estaba parada (como yo), no quería esperar al ver que iba a pasar. Así que active el plan B, buscar activamente un nuevo empleo. Inicialmente, vinculado al mundo social. 

Actualicé y le di un nuevo giro de diseño y estructura a mi currículum vitae. Comuniqué a mi entorno mi búsqueda del empleo, por lo del boca a boca. Me asocié a varios foros de oferta laboral y activé varias plataformas de búsqueda. He enviado currículum a varias ofertas, algunas no muy interesantes pero quería probar otros registros. 

Esta es la parte más pragmática, pero la parte más emocional es la más complicada. 

Esto es una montaña rusa emocional, hay días que estás tranquila y  aprovecho para estudiar, leer, hacer cursos, actividad física, actualizar mis series pendientes,….

Pero no te voy a engañar, esta incertidumbre es mucho peor. He tenido que hacer un trabajo mental y emocional. Porque el paso de los días, es complicado. Lidiar no sólo con tus pensamientos sino también, con los de tu entorno: “Tu descansa y disfruta”, “Ya muchos les gustaría estar como tú”, “Relájate ahorita te llaman”. Esas frases hablan más de ellos que de mí. Es fácil, dar un consejo sin pedirlo, sin estar en los zapatos de la persona, sin ver que su colchón de ahorros va bajando, porque las facturas se siguen pagando. Haces constantemente previsiones económicas. Es una carga mental. 

Aunque a lo largo de la vida haya adquirido ciertas herramientas, no quita que la gestión emocional sea diaria. 

También he descubierto, que ahora tengo el poder de decidir qué camino elegir, sigo por la misma carretera o me cambio. Muchas veces, entramos en los ritmos de la vida y  durante años no nos paramos. Cuando lo hacemos, nos preguntamos, si  en algún momento de tu vida hubieras dado un giro de vida y de tu profesión y muchos te dirían que sí. Pero o no se dieron las circunstancias o simplemente, las obligaciones familiares y cargas económicas, no lo permitieron. 

Pues actualmente estoy en ese “Kit”, eligiendo que camino escoger, si cambio radicalmente o si puedo simultanear. 

Nunca podemos dar por sentado nada en esta vida. Hace tres meses, yo estaba ayudando y asesorando a personas sobre búsqueda de empleo, como activarse laboralmente, formación… y ahora soy yo la que lo estoy aplicando. Este es el juego que hemos aceptado vivir. Sé que es transitorio y que a mí personalmente, me ha venido bien parar, descansar y revisar mi mapa por donde quiero dirigir mi vida.  

Queridas lectoras, finalizo con una frase  extraída de una entrevista que le hicieron a Uri Pujol (Coach para alta dirección, deportista de élite y Personas Altamente Sensibles), con la que me siento en este momento identificada: 

“La vulnerabilidad reside en la casa de la valentía”

Ara Cruz

Trabajadora social y coach. Empezó a escribir por terapia, ahora es una de sus pasiones.

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