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Las 5 mentiras del porno

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Ver porno y luego querer ir a la cama a recrear lo mismo que has visto en la pantalla, viene a ser como ir al cine a ver Fast and Furious y querer ganar una carrera ilegal con un Renault Twingo sin hacerte ni un rasguño y, además, llevarte a casa a la chica/o más sexy. No sé si la simpleza de este símil consigue expresar lo que quiero decir, o si, por el contrario, distorsiona por completo el mensaje. En cualquier caso, deciros, queridos/as, que no somos Toretto y tampoco tenemos que serlo. 

Así pues, hablemos de sexo, que nos encanta. Porque solo el morbo que nos da el conjunto de estas cuatro letras ya es suficiente para estar leyendo esto. Pues os cuento algo, en la cama también hay que hablar, preguntar, hacer sugerencias e incluso tener una conversación dejando de lado la parte estrictamente física, porque -y atentos al segundo secreto- el sexo es mucho más que un acto físico. ¿Sorprendidos/as? Entonces más vale que sigáis leyendo.

La mayoría de nosotros hemos experimentado una relación sexual incómoda o insatisfactoria en algún nivel (y si no ha sido así, suerte la tuya). A veces es algo tan simple y cotidiano como no llegar al clímax, otras, sin embargo, pueden ser situaciones mucho más graves que nos dejan con una sensación, cuánto menos, angustiosa. Algunos de los clichés que fomentan estos desencuentros en la vida sexual son alimentados por la industria del porno, que trata el sexo como si no fuese más que un nasty y agresivo metesaca que surge con el sonido de un timbre y un pícaro repartidor de pizzas al más puro estilo Adonis. 

Estas son algunas de las mentiras que el porno nos vende y que, muchas veces, estropean un buen polvo:

  1. El orgasmo y la eyaculación son el principal objetivo

Muchas veces boicoteamos nuestros encuentros sexuales por el agobio y la presión de hacer “llegar” al otro. En las mujeres esto suele desgastar y nublar la experiencia, porque tiende a desatender su propio placer, mientras que en los hombres -en ocasiones- les trae el ánimo tan abajo que, literal y figuradamente, se desinflan…

  1. El sexo se basa en la penetración

¿Sabéis cuándo antes de lavaros los dientes mojáis las cerdas del cepillo? Más allá de que la penetración pueda ser placentera (e incluso hay para quien no es así) no es el único objetivo. Hay todo un universo antes, después y alrededor de la penetración que se puede descubrir con comunicación, paciencia y… ¿saliva?

  1. El sexo (y el hombre) debe ser violento y varonil

El sexo en el porno, y específicamente partiendo de la actitud del hombre, suele representarse de forma agresiva y violenta, como si no hubiese ninguna otra forma posible en la que una relación sexual pudiese ponernos cachondos si no se fuese con brusquedad y dureza. Como decía, este papel siempre lo suele interpretar el hombre, lo que fomenta roles que no tienen porqué coincidir con la realidad.

  1. A las mujeres les gusta que las sometan

No todo nos parece bien, no nos apetece probar cualquier cosa y hay líneas que no queremos cruzar. Que nos vayamos a la cama con alguien no es una invitación y carta blanca de que todo va a ser lícito entre las sábanas. Tomar el papel de “sumisa” en el sexo es una elección, no un rasgo intrínseco de ningún género. 

  1. El tamaño importa

No hay hombre en la faz de la tierra que no se la haya medido en algún momento de su vida, y eso solo resultado de la presión de la sociedad de estar “bien dotado”. Sin embargo, hay quien con mucho no hace nada y quien con un poco menos hace el doble, no sé si me explico… 

Pero la mayor mentira del porno es la incomunicación. Ese vaivén de gemidos y gruñidos que no deja sitio al “a mí me gusta así”, “para, esto me está haciendo daño”, “me gustaría probar esto”. La comunicación es, después de la atracción física, el segundo pilar sobre el que sustentar una experiencia sexual satisfactoria, esporádica o no. Es como si al ir a tu restaurante favorito esperases que el camarero o el chef adivinase el plato que más te apetece de la carta con solo ver la forma en que te muerdes el labio ¿absurdo no?

Si tomamos la premisa de que la pornografía son películas con temática sexual, y somos capaces de reconocer que la vida no es como en las películas ¿por qué seguimos pensando que lo que sucede en el porno puede definir de alguna manera la realidad?

Hemos hecho de la naturalidad de expresarnos con libertad un tabú, dando paso a una frivolidad normalizada y llena de clichés que lejos de definirnos de algún modo -a nosotros o a nuestra realidad-, lejos incluso de guiarnos y ayudarnos a satisfacer nuestros deseos, solo nos desorientan y nos hacen perdernos lo mejor del sexo: el placer bien entendido, el respeto y la pasión. Expresémonos, preguntemos al otro lo que quiere o con qué se siente cómodo/a, pidamos lo que nos gusta, rompamos los estereotipos. Follemos de verdad y dejemos de montarnos películas.

Laura Muñoz

Periodista y escritora. Escribo sobre lo que nadie se atreve a decir.

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