fbpx

Badajoz rinde homenaje a la homofobia

Badajoz

Este es más maricón que un “palomo cojo”. Este está “torcido”. Se ha desviado del camino. Hay que corregirle.

“Palomo cojo” es una expresión comúnmente utilizada, de forma peyorativa, para referirse despectivamente a alguien LGTB. Es también la expresión con la que en 2011 Miguel Celdrán, entonces Alcalde de Badajoz, nos despreció a todas las personas LGTB de Extremadura. 

Y la figura de Celdrán, el que indignó a todo el país con sus palabras homófobas, goza desde este mes de junio de una estatua en la ciudad. A tan solo 300 metros de la antigua cárcel de homosexuales de Badajoz. Mientras tanto, las víctimas de la represión homófoba en la ciudad no cuentan con un solo monumento o reconocimiento similar. Por eso, la comunidad LGTB extremeña ha iniciado una recogida de firmas para retirar la estatua. Porque ni las palabras de Celdrán fueron un “despiste” o un “comentario desafortunado”, ni ese homenaje es casual. Y os explico por qué.

Para entenderlo, tenemos que remontarnos a 2011. El ex Alcalde estaba concediendo una entrevista radiofónica. En un momento en el que estaban comentando la afición de Celdrán a la cría de palomos el entrevistador, con malicia, le preguntó si había muchos “palomos cojos”. Celdrán, molesto por la insinuación, respondió “Aquí en Extremadura pocos. Aquí normalmente a los palomos cojos los echamos para otro lado. Depende de qué lado cojeen, pero normalmente los echamos. Aquí, gracias a Dios, estamos todos muy sanos”.

Efectivamente, en Badajoz, a las personas LGTB se las echaba. Después de haber pasado por la cárcel. Porque Badajoz, durante el franquismo y hasta 1979, albergó una de las dos cárceles de homosexuales de España. Por ella, sólo entre 1970 y 1979 pasaron más de un millar de personas LGTB. Allí, además de ser encarceladas, eran torturadas, obligadas a realizar trabajos forzados, sometidas a terapias de reconversión como electroshocks o incluso violadas. Y sí, tras la condena, los presos tenían que cumplir un destierro de cinco años. Claro que se les echaba.

Los presos sufrieron las consecuencias durante décadas. Hasta el año 2000, haber sido encarcelados por “homosexuales” constaba en su expediente como antecedentes penales, dificultándoles, por ejemplo, acceder al mundo laboral y llevando a muchos a ejercer la prostitución. Hasta el año 2009 no hubo un reconocimiento oficial por parte del Estado, que indemnizó a apenas 165 de los más de 5.000 presos por “homosexualidad” de todo el país. Tan sólo dos años antes de las declaraciones de Celdrán.

La homofobia de Celdrán tampoco fue algo puntual. En 2007, colectivos LGTB de la ciudad también presentaron quejas contra el alcalde por sus palabras durante un debate del Pleno del Ayuntamiento, donde atacó a Manuel Sosa, portavoz municipal de Izquierda Unida, diciéndole que, si no llamaba a las cosas por su nombre, “era una maricona”.

Pero en 2011 sus palabras trascendieron, llegaron a todo el país, y la respuesta en ese momento fue contundente. El programa de televisión ‘El Intermedio’ organizó una ‘Caravana de Palomos’ hasta Badajoz, para demostrar al Alcalde que en su Comunidad Autónoma sí que había personas LGTB, existiendo y resistiendo. Años después, el Ayuntamiento quiso tomar la organización de “Los Palomos”, en un intento por limpiar su LGTBIfobia. Pero su decisión de poner esa estatua, y cómo lo han hecho, demuestra que la verdadera intención del Ayuntamiento no es proteger ni honrar al colectivo y sus víctimas, sino hacer un lavado de cara. Porque, como decía, nada ha sido casual.

Miguel Celdrán falleció en enero de este año. En febrero, familiares y amigos llevaron la propuesta de la estatua al Ayuntamiento y en junio se inauguró. No contentos con eso, en mayo esos mismos familiares y amigos recogieron mil firmas (cifra que no llega ni al 1% de la población de Badajoz) para cambiar el nombre de la calle donde se encuentra la estatua por el de Celdrán. El Ayuntamiento también lo aprobó inmediatamente. Cómo no iban a hacerlo, si son sus amigos, antiguos compañeros y firmantes de dicha petición. Sin embargo, otras propuestas aprobadas en Pleno siguen paralizadas, como asignaciones de calles con nombres de otras personas. O el monumento a los fallecidos por la COVID, aprobado el pasado otoño y aún a la espera. El contraste, la verdad, resulta indignante.

Ese privilegio que le han dado a Celdrán, esa prioridad ante el resto de proyectos, sólo viene a recordarnos quién tiene el poder y cómo pueden ejercerlo. Ellos pueden ser homófobos y, aún así, si sus familiares y amigos tienen legitimidad para ponerles una estatua. Nosotras, las personas LGTB, podemos ser encarceladas, violadas y torturadas y no recibir ni un solo reconocimiento. Y ni siquiera nos permiten decirlo. A mí, por hacerlo, me han acosado.

Hace unos días, pasando junto a la estatua, decidí grabar un vídeo de 20 segundos. En él decía que esa estatua era la del alcalde que hizo esas declaraciones en 2011, sabiendo que Badajoz había albergado una cárcel de homosexuales. Colgué el vídeo en redes y despertó dos tipos de reacciones: la indignación de quienes desconocían la existencia de la estatua y el acoso de sus partidarios.

“Deberíais estar todos exterminados”. “Si esa estatua no te gusta vete a otro puto país para no pertenecer a esa historia”. “Sí, soy homófobo, porque para que la gente como tú salga… Prefiero que no”. “Yéndote nos harías un favor, una podemita menos”. “Feminazi de mierda”. “Borrega comunista”. “Para de llorar”. Ese es el tipo de mensajes privados que recibí en mis distintos perfiles de redes sociales ese mismo día. Algunas de esas personas afirmaban ser familiares y amigos de Celdrán. Cuando bloqueé la recepción de mensajes, empezaron a mandárselos a quienes compartían mi vídeo. “Lee mi mensaje, sinvergüenza” insistían, frustrados.

Quienes siempre han tenido el poder están acostumbrados a manejar el relato. A contar las cosas a su manera y borrar las partes de la historia que les interesa. Por eso les molestó tanto un vídeo de 20 segundos que sólo recordaba dos hechos del pasado. Por eso no les importa mostrarse descaradamente favoritistas con los suyos. Por eso no les importa olvidar la parte de la historia en la que nos atacaron. Por eso no les importa cómo pueda afectarnos que pongan un monumento a quien nos atacaba, a 300 metros del lugar donde nos torturaban.

Por eso hemos decidido recoger firmas para llevar al Pleno del Ayuntamiento de Badajoz nuestro malestar por su decisión y solicitarles que retiren la estatua. Porque supone un capítulo más en la historia de la represión LGTB en Badajoz, borrando nuestro pasado y apoyando a quienes tanto histórica como recientemente nos han atacado. Y eso es algo que no podemos olvidar. No sólo para que no se vuelva a repetir, sino para no seguir deshonrando la memoria de quienes tanto dolor sufrieron. Por las que fueron, las que somos y las que serán, no nos podemos callar.

Si tú también quieres firmar, puedes hacerlo a través de este link:

https://chng.it/n5ySyXntDZ

Rocío Esperilla

Productora, feminista, vegetariana y bisexual. Ideal para una cena familiar.

Comentarios

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.

Responsable de los datos: Square Green Capital
Finalidad: Gestión de comentarios
Legitimación: Tu consentimiento expreso
Destinatario: servidores de Siteground
Derechos: Tienes derecho al acceso, rectificación, supresión, limitación, portabilidad y olvido de sus datos.