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La prueba del delito

Ahí está, arrugado, escondido pero expuesto, guardando un gran secreto, tal vez un llanto, una expectativa no cumplida o una celebración. Ese papel, tan pequeño como llamativo, marrón, dentro de cuatro paredes blancas, solitario pero llenando todo el espacio tan solo con su presencia. Ese envoltorio de Ferrero Rocher en la taquilla del gimnasio. ¿De quién es? ¿Quién ha sucumbido al pecado dentro de la iglesia?… he conocido cadenas perpetuas por menos y vaya que sí las han cumplido… ¿Qué consecuencias habrá tenido?… Tal vez otra repetición extra de un ejercicio, el incremento del peso de la culpa o algo más de sacrificio, porque como alguien me dijo una vez… un minuto en la boca… toda la vida en tus caderas. 

Así es el ser humano, lucha contra viento y marea para tener un cuerpo aceptado socialmente, cumplir una expectativa, entrar en una condenada talla o tal vez conseguir la atención de alguien que tanto necesita porque cree que no es atractiv@ o suficiente, ni siquiera para sí mismo. Piensa, que teniendo unas dimensiones o unas formas adecuadas para la “suciedad”, podrá llegar a… tener un… ser amigo de… ¿Eso es lo que deseamos? ¿Queremos que nos acepten por tener una forma, una dimensión…? El cuerpo es una máquina excepcional que hay que cuidar, indiscutiblemente, porque hasta al mismísimo Ferrari hay que cambiarle el aceite, pero, no olvidemos, que tiene unos circuitos eléctricos de una calidad inimaginable, perfectamente ideado y que forma parte de un plan perfecto en un engranaje impecable. Un maravilloso vehículo para nuestra alma que nos permite caminar por la vida de la que nos ha tocado aprender. Un transporte a través del cual podemos instruirnos en todo aquello que verdaderamente importa, porque como dijo el Principito, “lo esencial es invisible a los ojos”. 

Ya sé que, en ocasiones, elegimos un vehículo con fallos, y no hablo de esos que creemos errores, sino de aquellos que no nos permiten circular por la vida a nuestras anchas, de los que nos recuerdan cada mañana lo difícil que puede llegar a ser la vida. Pero aun así, forma parte de un proyecto de aprendizaje. También se da, que tenemos tal ineptitud, que nos han dado un cuerpo en perfecto estado y hemos sido nosotros los que le hemos hecho arañazos de un calibre inigualable. Pero señores, hemos venido a jugar, a conducir, a hacernos cicatrices y heridas. Pobre de nosotros los que no aprendamos de esos golpes porque ellos serán nuestros verdugos y no pudiendo ser de otra manera, una y otra vez pasaremos por lo mismo hasta entender la lección, hasta focalizar la atención en todo aquello verdaderamente importante.

Solo espero que me permitas aprender lo que me ha quedado pendiente, tener la suerte de que me acompañes funcionante hasta el final, hasta el desenlace de mis días… Podemos hacer un pacto, si tu me respondes, yo tendré el valor de dejar un papel arrugado en la taquilla, de burlar aquellos límites, de respetarme, de mirar bien alto y estar orgullosa y agradecida de tí, porque aunque hay días en los que te he odiado con toda mi alma y no te he tratado como merecías,  soy consciente de la inmensa suerte que tengo de tenerte, de todas las maravillas que me has permitido hacer. Porque, tal y como estás, eres MARAVILLOSAMENTE PERFECTO.

Nayra Moreno Pérez

Aprendiz de la vida, apasionada de los viajes. Escribe para sanar. Resilente.

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