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La Luna soy yo

Fuente: Jose Saldaña

Un día me regalaron un colgante de una luna, de hecho, me regalaron La Luna. Recuerdo ese día porque mi mejor amiga hizo un pacto con La Luna y me trajo a esos ojos verdes en piel y pecas, también porque ese colgante ya me acompañaba tatuado bajo mi ombligo. 

Por aquel entonces, creí que nunca sentiría igual el amor ni que nadie me amaría con unos ojos tan llenos. Pocas veces imaginé una familia a su lado, mi soñado equipo, la posibilidad de que todo era posible, la vida más allá de los sueños imaginados y que solo podían pasar cosas buenas a su lado. Pero nos prometimos La Luna y que siempre existiríamos porque estuviésemos donde estuviésemos del mundo, veríamos el mismo satélite natural en el cielo.

Prometimos mucho, cumplimos lo que pudimos, lo que supimos. A veces pasa en el amor. Y simplemente, aprendemos. Aprendemos para aceptarnos y ser un poco mejores. 

Un día me pidió en forma de promesa que escribiera nuestra historia para contársela a su hijo, que él entendería lo que era el amor desde nosotros y desde mi bonita manera de contar las historias. Se me cayó mi primera lágrima de felicidad y siempre tuve un libro guardado en el cajón con una dedicatoria a ese niño que tanto quise desde un lugar un poco mío. Él me hizo aprender que había algo más importante que yo y que en las despedidas de las estaciones hay que sonreír. 

“Porque nunca unos ojos me habían sabido llenar tanto de vida el corazón ni hacer mejor de espejo a los míos”

Éramos los mejores sintiendo y el peor equipo al mismo tiempo. Abracé La Luna y la solté para seguir escribiendo el futuro, amando y dejándome amar sin el apego de un colgante, pero de la manera más salvaje, a la vez que comprometida, que sé hacerlo y sé dejarme amar. 

Lo que está escrito, ya se queda, y cuando creí que nunca volverían a amarme unos ojos tan llenos de vida y de alta mar infinito, me miraron. “Nunca dejes de mirarme así”, dije. Porque nunca unos ojos me habían sabido llenar tanto de vida el corazón ni hacer mejor de espejo a los míos. No hay mejor declaración de amor que un silencio preñado mientras te miran guerrero y vulnerable. 

“Déjame hacerte sonreír y recostarme en La Luna que llevas bajo el ombligo”

Hoy La Luna soy yo, un colgante de luna es parte de la historia aprendida y un amor que un día hizo feliz a carcajadas y a modo de avión perdido. Hoy, es difícil saber mirarme tan lleno y regalarme la luna con hechos, pero es mayo y sé dejar que me regalen la mirada. 

Te estás acercando como un torbellino de aire fresco y me invitas a bailar. A bailar el encuentro: “déjame hacerte sonreír y recostarme en La Luna que llevas bajo el ombligo”. Y tiemblo mientras veo una mirada viva de mi mismo reflejo.

Hoy La Luna es hacer lo que se dice. La presencia es el mejor regalo allí. En La Luna. 

Mer Calduch

Actriz de cine, teatro y televisión. Mi pasión es generar transformación en el mundo.

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