¿Qué es la depresión?
No tengo datos técnicos para ofrecer pero puedo decir que he sentido muchas veces esa angustia que te atraviesa el cuerpo, esa que te deja vacía el alma y no sabés para dónde ir.
Se siente en las manos, en el vientre, en los ojos, los hombros y la cabeza. Todo es pesado y no tenés ganas de luchar. Y no es así las veinticuatro horas del día todos los días. Es un gigante que se encarga de desestabilizar tus estados mentales y cuando creías que estabas empezando a salir del pozo, te arrastra hacia abajo. De la misma forma, cuando creés estar arañando el suelo sin lograr ponerte de pie ella se esconde, se duerme y nace una sonrisa en tu rostro.
¿Y qué es la ansiedad?
Ella es un poco más sutil pero también pisa fuerte. Es que empuja hacia arriba y hacia abajo al mismo tiempo como en una especie de tironeo entre lo que sí y lo que no, como un juego malvado y astuto. Además sucede de repente y es difícil de manejar.
También la conozco y convivo con ella casi a diario, días más días menos pero suelo encontrarla en algunos sitios de mi mente.
Cómo hacer para aplacarla, si es casi imperceptible y detectar su presencia puede resultar trabajoso -aunque no imposible-.
Es ineludible que estas, como tantas otras trampas de nuestra psiquis, aparezcan en nuestra vida y nuestra cotidianeidad.
No hace falta llegar al umbral de la demencia para arribar a las puertas de la terapia, en cualquiera de sus formas. Porque atender la salud mental es saludable, valga la redundancia, también para el cuerpo que muchas veces recibe las consecuencias de las trampas de la mente.
¿Por qué es tan importante atender el bienestar de la mente?
Porque no hace falta llegar a un límite, a la última instancia de cansancio para curar esos pensamientos que nos atormentan o incomodan.
Porque hay patologías severas y cuestiones cotidianas que, tratadas a tiempo, ayudan a llevar una vida más tranquila. Aportan a la interacción con otras personas que nos crucemos en el trayecto de nuestro día adónde vayamos.
Porque nos ayuda a comprender mejor nuestra misión en esta vida, el propósito vital que descubrimos en algún momento de consciencia plena y especialmente nos resguarda de daños emocionales así como también evita hacer daño innecesario a otros pares.
La salud mental es tan (o más) importante como la salud física. Muchas veces nuestra salud física se ve alterada debido a cuestiones mentales, psicológicas. Y, aunque no siempre podemos identificarlas en seguida, casi siempre terminamos descubriendo qué cosas nos generan ansiedad o angustia ya que se refleja en el cansancio físico, en un dolor muscular, en afecciones que se nos alojan en el pecho o en el vientre y creemos tener enfermedades que no son tales sino que vienen a avisarnos que hay cosas que debemos descubrir en nuestra propia mente.
Ya sabés, no descuides tu salud mental. Tratá de atender eso que te incomoda, que te inquieta o te intranquiliza; seguro tu cuerpo está tratando de decirte algo y no podés verlo pero si le prestás un poco más de atención sabrás descifrarlo.