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La belleza no se maquilla

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Desde hace años escudriño ideas e ideas e ideas acerca de la belleza. ¿Qué es la belleza? Ese algo envolvente y perseguido, tan relativo como personal, tan lejos pero cerca de los cánones escritos.  Lo que más me gusta de la belleza, lo que encuentro incluso liberador, es que es completamente de cada uno. Me gusta pensar que nadie la comparte, que siempre es subjetiva, que no acata simetría o reglas fijas.

La belleza es una cosa, es una persona, es un qué se yo. La belleza son las curvas de las mujeres y sus pieles estriadas, son las arrugas en la cara de quien ha vivido mucho, es la vejez que nos cuenta tantísimas historias. La belleza son los niños cuando ríen, ese brío fulgurante en mujeres elegantes, las imperfecciones y los complejos. La belleza, supongo, es también estar alegre, pues todos estamos más guapos cuando estamos felices. ¿Habéis visto alguna vez a un enamorado sonreír? No hay cosa mejor, no hay cosa más bella.

La belleza son esas estatuas desvergonzadas que miran a Roma con descaro, es todo el arte que cuelga en paredes de extraños. Son los amaneceres color púrpura,  los animales salvajes corriendo libres y las estrellas en el cielo desnudo de Formentera. La belleza está en aquellos ojos que brillan cuando ven lo que aman, en los momentos más pequeños y naturales.

La belleza es el hombre que deseas recién salido del mar, son las sonrisas torcidas genuinamente boyantes, es un cuerpo tostado por el sol. La belleza son las muecas arrugadas de los que saben que se la han jugado bien, son nuestras piernas frías  bailando al ritmo de cualquier tambor con la marea alta. Son las fotografías que salen a contraluz, la tinta de cartas de amor corrida, el regreso a lugares que emocionan. 

La belleza no tiene una gota de maquillaje

La belleza se esparce por las ciudades que nos miran, se reparte en los rostros familiares que añoramos.  La belleza no tiene una gota de maquillaje. París a las seis de la mañana es bello, Iguazú sacudiendo su agua es invencible,  Acapulco  lleno de antorchas en diciembre, es eterno.  La arena de las costas de Yucatán, un Corcovado vívido mirando de reojo, Medellín vacilando con gracia en sus aceras, La Habana vieja seduciendo en las farolas con destreza. 

Siento que la vida gana mucho más sentido cuando respiramos la belleza. Cuando generamos la propia belleza, con palabras, en momentos, con acciones. Perseguir la belleza, buscarla incansablemente y alabarla, quizá sea el truco de todo. La clave de esto. La breve vida. El destello.  

Porque existe belleza en la velocidad del tiempo, existe belleza en lo efímero de todo esto, y mentiría si dijese que no existe belleza en los momentos negros. Hay belleza en el pasar de los años, en la mirada de una madre algo más vieja, en las canciones que nos regalan recuerdos. Hay muchísima belleza en la memoria, en la señora nostalgia que viene a contarnos cuentos, en poder volver a un pasado tan bonito tan bonito, que hoy dudamos si fue cierto.  Me muerdo las uñas al pensar que hay belleza en todo porque nada es para siempre. 

Algún día no estaremos aquí, algún día esa persona que tanto amas se tendrá que ir; y supongo que ahí también hay belleza. En confiar, en disfrutar, en entender que todo, al final, se va. 

Cristina Abella

Viajera en continua inspiración. A veces escritora y literata, otras pizpireta y entusiasta.

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