De entre todas las imágenes que ocupaban ese día el feed de mi Facebook, la enérgica mirada de Laura captó mi atención. Tan solo se veían, tras una cara cubierta por un pañuelo rojo, los ojos chispeantes de una niña-guerrillera. A pesar de llevar un arma, la informalidad de su postura y su cara simpática eran las de una adolescente disfrazada, tomándose un retrato que después compartirá en sus redes sociales.
Sin embargo, la realidad es bien diferente. Laura es una guerrillera que se expone a peligrosos enfrentamientos con las fuerzas armadas colombianas, poniendo en peligro su vida.
Es la segunda vez que se une a las fuerzas paramilitares. La primera, persiguiendo un efímero amor. Esta última porque su madre no podía mantener a una familia de siete hijos.
Quien me permitió entrar en esta historia es la periodista Andrea Aldana, visitaba Chocó un territorio disputado por las fuerzas armadas al margen de la ley. Entrevistaba con gran maestría a Laura, haciéndome llegar su forma de hablar y acercándome a las personas que hay detrás de un conflicto interminable.
Nos separaban kilómetros, años y situaciones vitales, aún así sentí muy cerca a Laura. Inmediatamente, pensé en mi a los 15 años. Probablemente, también me hubiese alistado en una guerrilla persiguiendo un amor. Creyéndome tan mayor y realmente siendo tan niña.
Sin una familia que velase por mi, financiando mi educación, mi alimentación y mis vestidos, probablemente, como en el caso de Laura, mi proyecto de vida hubiera sido otro.
Sin un sistema que asegurara el acceso a agua potable, una escolarización obligatoria, y unos derechos especiales como menor, ahora no estaría contándote esta historia.
El determinismo no es una opinión, la irrompible cadena causa-efecto decide el estado actual y el futuro de las personas.
¿Quién es el responsable de que Laura a sus 15 años vea como una solución de vida alistarse a la guerrilla?
