Parece mentira, pero hasta duele siendo sencillo. Tampoco creo que pudiera ser de otra manera. Probablemente sea un reflejo de lo fácil que lo hicimos y lo, terriblemente, complejo que resulta despojarse de todo ello.
La lentitud de desvestirse. Lo surrealista de abrigarme de ti, mientras bajo la cremallera. La pesadez del tiempo en los párpados, subiendo y bajando sin ganas; reteniendo sus ansias por vernos de nuevo.
Me contengo. Y, aunque creo saber por qué lo hago, me desconozco tanto estos días sin ti. Me extraño al notar mi respiración desenfrenada. Y tú, entre tanto y todo, sigues siendo tormenta que riega esta bonita cala. Y yo sigo siendo ella. Seguimos siendo eso, amor, la belleza que se esconde en la sencillez de una flor.