Desde siempre he comparado mi peso y mi cuerpo con el de otras chicas, y desde siempre me han enseñado a relacionar el sobrepeso con el tipo y cantidad de alimentos que se ingieren. Por tanto, mi sobrepeso y mi apariencia física eran fruto de mi tipo de alimentación. Y como el sobrepeso no es saludable, estaba claro que esta tampoco lo era.
Desde la adolescencia he pasado por todo tipo de dietas y retos que yo misma me he impuesto, que respetaba con toda la motivación del mundo los primeros días o semanas, pero que jamás lograron convertirse en hábitos para mí –spoiler: no eran medidas saludables–. Recuerdo incluso haber conseguido estar una semana entera sin comer. Pero ni si quiera eso funcionaba.
Después de muchos años de maltratar mi cuerpo y mi salud mental, di con un libro que cambió del todo mi perspectiva: Sé amable contigo mismo, de Kristine Neff. Aunque en él se tratan temas de mindfulness y autoexigencia, y de momento esto no tiene relación directa con la comida y el sobrepeso, es cierto que me hizo entender mis propias emociones y sentimientos de manera distinta. Y es que, por absurdo que parezca, hasta ese momento no se me había ocurrido que las pudiera controlar. Aunque así dicho tenga mucho sentido, por alguna razón –spoiler: la sociedad ha podido tener algo que ver– siempre había pensado que lo que sentía y pensaba aparecían en mí de la nada, sin más, y tenía que quedarme con ello, aunque no lo hubiera escogido. El engaño es que sí estaba eligiendo –involuntariamente– sentirme y pensar así, solo que no se me había enseñado a gestionarlo adecuadamente.
“¿Nos hemos parado a pensar en algo más allá de lo fisiológico?”
Y es que, cargada con carencias afectivas, un entorno familiar desestructurado, una situación de maltrato parental, bullying en la escuela y dependencia emocional, ¿cómo iba yo a adelgazar? Y no me refiero a adelgazar por cumplir con unos estándares de belleza y conseguir un cuerpo y una talla normativos, ni me refiero a engordar por consumir más calorías de las gastadas a lo largo del día. Me refiero a no deshacerte nunca del sobrepeso. Y sí, lo del metabolismo y la genética están muy bien, pero ¿nos hemos parado a pensar en algo más allá de lo fisiológico? El ser humano somos pura emoción y sentimiento, y estos no solo aparecen en ocasiones especiales, como cuando nos enamoramos o levantamos los brazos en una montaña rusa. Los pensamientos nunca nos abandonan ni cuando estamos haciendo pis. Vienen con nosotras adondequiera que vayamos, y son el resultado de cómo gestionamos todo lo que nos ocurre.
Y con todas ustedes, les presento a la primera invitada de la noche: el hambre emocional. La conocerán de películas como No Sé Cómo Manejar Mis Emociones o Estrés, Aburrimiento y Vacío: La Batalla Final. Este tipo de hambre y alimentación se diferencia de la física por el tipo de señales que el cuerpo manda y los sentimientos que generas después de comer, entre otras cosas. En resumen, mientras que el hambre emocional pretende llenar un vacío o liberar una emoción, la alimentación física pretende nutrir tu cuerpo. Tras esto, tus sentimientos han de ser de satisfacción por llenar tu estómago vacío, no de culpa por haber sucumbido al capricho y la impulsividad.
“La conclusión a la que he llegado es que todas necesitamos mejorar nuestra relación con la comida, suframos sobrepeso u obesidad o no”
Si traemos una mochila cargada de ladrillos que no somos capaces de gestionar, los sentimientos de desasosiego, frustración y miedo necesitan salir por algún lado. Necesitan advertir a tu cuerpo de que corres peligro, de que debes alejarte de esa situación dañina. Y el cuerpo y la somatización tienen tantas posibilidades como seres humanos hay en el mundo, y engordar sin una razón de peso –ojo el juego de palabras– es una de ellas, porque la cantidad de comida que ingieres a lo largo del día no está directamente relacionada con un aumento de peso, mientras que el contener el estrés, la tristeza y la ansiedad sí puede estarlo.
Así que, tras muchos años de tortura somática, la conclusión a la que he llegado es que todas necesitamos mejorar nuestra relación con la comida, suframos sobrepeso u obesidad o no. Que las dietas y restricciones solo empeoran el problema y que el objetivo no es un peso o un tipo de cuerpo, el objetivo es un estado completo de salud física y, sobretodo, mental.