Primero de todo voy a dar unas pinceladas de la utilización de la pintura a nivel interno desde que el hombre apareció en la tierra hasta nuestra era.
Desde la prehistoria, el arte se ha utilizado como expresión no verbal de lo que acontecía entre el Yo interior y la observación de los fenómenos del exterior. Era utilizado para relatar los aconteceres de la vida y la expresión de las emociones básicas. Se describían escenas de caza, de divinidad, es decir, lo mundano con lo divino. El Yo exterior con el interior y viceversa. El estado emocional del artista como expresión del acontecimiento de la situación diaria.
En nuestra era se ha demostrado que muchas veces no sabemos expresar lo que nos ocurre en el interior a través del lenguaje, sino que es a través de la expresión artística el medio de dar rienda a proyectar lo que nos acontece de forma subjetiva.
Como todos sabemos, el arte está instaurado en las guarderías como reflejo del miedo, la fobia o el estado emocional que proyecta su interior en nuestros hijos, con fines terapéuticos o de advertencia.
Por lo tanto, ya podemos hablar de arteterapia. Ésta es una disciplina de origen reciente que utiliza la expresión artística para resolver conflictos internos, ayudando a todas las situaciones a las que nos enfrentamos internamente y que no podemos superar. Para mí es el medio de tomar conciencia de lo que nos ocurre internamente para superar una situación externa que nos desborda.
El arte me ha servido como autoconocimiento, aceptación y superación de los traumas del pasado. He vivido durante casi un cuarto de siglo con los ojos vendados por no tomar conciencia de lo que ocurría en mi vida personal, instaurada en un torbellino emocional, donde las emociones se mezclaban y no podían ser catalogadas internamente. El miedo era la base de mis circunstancias y no podía solicitar ayuda porque además del horror al que me enfrentaba en el día a día, no podía expresarlo externamente ya que no era comprendida por la parte de la sociedad que estaba a mi alrededor. Pesaba todavía más la lacra patriarcal instaurada en el mundo real sobre aquellas mujeres que en su yo interno intentan ser mujeres libres que sólo buscan la igualdad de género sin pedir cuentas a cambio.
Sin conocer la disciplina de la arteterapia, ésta me ha ayudado en todo el proceso que emprendí hace tres años. Ha sido mi leal confidente y me ha acompañado a lo largo del proceso de recuperación de la autoestima, la autoconfianza en mi valor y en la superación de mi recurrente sentimiento de culpabilidad que durante toda la vida se me impuso como mujer en manos de un machista emperdenido y el conservadurismo todavía impregnado en esta sociedad, y que al final terminé creyéndome.
El arte me ha servido para ir superando todos los procesos de recuperación de esa situación traumática. He plasmado a través de los lienzos el proceso de una superación personal de no ser persona para volver a encontrar el yo auténtico, la esencia de mi persona. El asentamiento de ese proceso y el reecuentro con la libertad y el equilibrio.
A través del arte he podido expresar aquellas emociones que no sabía identificar y que sólo intentaba evadir. Mi inconsciente ha tenido la oportunidad de emerger e identificar lo que me acontecía internamente. A través de ese proceso de redescubrimiento nació mi primera obra artística. El abismo, 2020.
La vida empezó a tener significado y no sólo significante.
Afloro lo que acontecía interiormente y que no podía expresar a través de la palabra.
Mi estado emocional estaba reflejado y quedaba como huella para otras personas que atravesaban esa situación dolorosa. Ellas ya podían ver que después de la tormenta viene la calma. La luz quedaba impregnada sobre el lienzo. ¡ Luz y sombra!, ¡dolor y esperanza!.
Fue mi primer mensaje artístico. A partir de ese momento, comenzó mi vida como pintora. El camino de mi lucha había comenzado. El grito por la justicia en esta sociedad y no por ser superviviente.
Cada emoción en dicho proceso podía ser plasmado y empezaba a tener mayor significado. Podía gritar al mundo lo que lo que ocurría internamente. Ya no estaba sola, ya no necesitaba la compresión de los demás, porque muchas veces, sólo te pueden comprender aquellas personas que están en tu misma situación.
La empatía puede ser el reflejo de otra persona, pero sólo aquellas personas que han vivido la misma situación se identifican al cien por cien. Ellas te entienden, te comprenden y te apoyan porque han pasado por el mismo calvario. La violencia queda impregnada en sus poros e identifican cada palabra, que se expresa, en sus venas. Una parte de la sociedad no tiene consciencia plena de lo que ocurre en realidad, ya que a lo largo de mi trayectoria me encontrado con verdaderas perlas verbales: “ ¡Y una mujer como tú, no se dio cuenta de la situación en la que vivías!” o “¿Cómo toleraste esa situación?”.
Se puede empatizar con mucha gente, pero la comprensión es mejor recibida por aquellas personas que han sido víctimas de violencia, igual que tú. Aquellas que jamás te juzgaran por lo que has sufrido, que te arropan como hermana porque tienen conciencia del significado de cada momento vivido con el agresor.
En ese momento, había encontrado mi destino en la vida. Según Jung, cada individuo es el dueño del suyo. Ahora era dueña de él y podía trasmitir lo que me ocurría al mundo. Había vuelto a tener el poder de comunicarme con el exterior.
Había indagado en mi inconsciente sin consciencia para darme cuenta de que mi vida iba a girar a partir de ahora en expresar que después de una situación de maltratado, de decenas de años, se podía salir y redescubrirme de nuevo para volver a ser una persona con identidad propia.
Por lo tanto, mi conclusión es que el desarrollo de las habilidades artísticas mejora enormemente la atención, el estado de conciencia y el control emocional, el autoconocimiento y la autoestima. Además, sirve para superar situaciones traumáticas pasadas que siguen presentes y nos siguen dañando. Es arte es curación del espíritu y del alma.