Diciembre llegó. Después de las cenas navideñas con colegas, amigos y familia, se vienen las resoluciones para el 2023, para lo cual primero vale revisar aquello en lo que no nos fue tan bien.
Enfrentarnos a los errores, encarar disgustos, en fin, confrontar aquello que nos provoca vergüenza y que tratamos de ocultarlo, es un ejercicio necesario de la memoria que nos mantendrá con los pies sobre la tierra. Quizá sintamos angustia al reconocer el momento exacto en que cometimos un error. Quizá haya temor al enfrentar los monstruos que nos acompañan y, que de tanto en tanto, salen. Pero la vida es un vaivén y las caídas son parte de este juego. Como cuando éramos niños, que contábamos las lastimaduras de las rodillas cual los trofeos de una tarde de juego.
Sin duda el trayecto de vida es el del “levántate y va de nuevo”. Todos vivimos ese resorte que provoca la equivocación inevitable y el volver a empezar, y con ello también trabaja la memoria.
No necesitamos el pretexto de diciembre para darle la bienvenida a lo inesperado de los desafíos. Para levantarnos y comenzar de nuevo. El tiempo de vida de la oruga ha terminado. Reconocernos seres cambiantes, seres en movimiento, en constante evolución nos permitirá que nuestras alas se abran multicolores para emprender el vuelo.
Hoy se puede elegir dar un vistazo a las huellas del 2022; voltear la mirada hacia lo que fue y reconocer que sin los errores solo seríamos copias de algún molde mal cortado, seres sin voluntad al cambio. De las caídas solo nos levantamos siendo más fuertes.
Levántate y va de nuevo.