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Entre la rutina y el caos

La rutina, la familiaridad y el orden son factores indispensables en el bienestar de cualquier persona, sin importar su edad. Sin embargo, es un hecho que vivimos en un mundo que nos enfrenta a continuos cambios que alteran nuestra armonía pero que al mismo tiempo, aportan los retos necesarios para hacernos avanzar. 

Cuando llegamos a vivir a Toronto, Canadá, hace más de un lustro, una de las primeras lecciones que aprendí (aunque sé que es el clamor de muchos), fue evitar conducir por la avenida Eglinton, la cual atraviesa la ciudad de este a oeste. Con los monumentales trabajos que se realizan para la creación de una nueva línea de metro, esta importante arteria citadina, aunque funcional, vive en una continua y caótica reconfiguración del tránsito vehicular y peatonal: los carriles de circulación se abren y se cierran según los avances de la obra, y las entradas y salidas no son constantes. Qué común encontrarse con accesos cerrados, de un día para otro, o una vuelta prohibida.

En mis primeros años en la ciudad, las pocas veces que transité por dicha avenida fueron como copiloto o por muy pequeños trayectos en zonas que me eran familiares. Además de la lentitud del tráfico, lo que más me incomodaba era, precisamente, las configuraciones cambiantes de la circulación. Transitar por Eglinton era hacerlo con estrés y temor de cometer un error, meterme en el carril equivocado y provocar un accidente, especialmente al conducir por zonas no muy conocidas. 

No obstante, después de un tiempo  y una mudanza, Eglinton Avenue se volvió para mí, en una vía imposible de evitar; incluso, se ha vuelto la mejor opción para algunos de mis trayectos regulares. Después de vencer el temor inicial y habituarme al tráfico de la calle, he aprendido a zigzaguear con mi carro siguiendo las indicaciones para cierres y cambios de carriles. 

Recientemente, mientras circulaba por Eglinton en un trayecto de rutina al darme cuenta de que la circulación había sido modificada con severidad, con respecto a los meses anteriores, no pude evitar comparar esos cambios inesperados en el camino, con aquellos a los que nos enfrenta la vida, y llegué a varias conclusiones:

En definitiva soy un ser de rutinas que aprecia el vivir en un entorno y circunstancias familiares; por ende, los cambios inesperados me desagradan, me estresan y me provocan ansiedad. En  la medida de lo posible, evitaré las situaciones que me alejen de mi zona de confort, de mis lugares y espacios habituales. Pero, al mismo tiempo, estoy consciente de que en algún momento no habrá alternativa, y sin más, tendré que adentrarme en el camino, aunque esté sinuoso. 

Mi avanzar será, en un principio, por trayectos cortos y fiel a mí misma, los haré con temor y habiendo imaginado cuánto escenario desagradable mi mente haya podido crear. Pero también sé, que un día, ese camino se volverá menos incómodo y encontraré pequeños puntos de referencia que lo harán, poco a poco, más familiar, hasta que se vuelva conocido y habitual. 

Por supuesto, hasta que como transitar por Eglinton Avenue, se lleve a cabo una nueva configuración de las circunstancias y tenga que volver a empezar.

Tania Farias

Soñadora empedernida, escritora de alma y corazón.

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