Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba eran los animales. Me llamaba poderosamente la atención, el elefante. Después de su actuación, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era un minúsculo pedazo de madera, apenas enterrado unos centímetros en la tierra.
Y aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que ese animal con su fuerza era capaz de arrancar un árbol de cuajo, podría con facilidad arrancar la estaca y huir. ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye?
Cuando era chico, pregunte a los grandes. Algunos de ellos me dijeron que el elefante no escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces, la pregunta obvia… – y si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.
Hace algunos años, descubrí que alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta. El elefante del circo no escapa, porque ha estado atado a una estaca parecida a esta, desde que era muy, muy pequeño.
En ese entonces, cuando era un pequeño elefantito y se vio atado a este extraño elemento de metal, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca, era ciertamente, muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a intentar, y también el otro, y el que seguía…
Hasta que un día, un terrible día que lo marcaría para siempre, el animal aceptó con impotencia y resignación su destino. Este elefante enorme y poderoso que vemos en el circo, no escapa porque…CREE QUE NO PUEDE.
Él tiene recuerdo de ese fracaso, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor, es que jamás se volvió a cuestionar seriamente, si aún no podía. Jamás… jamás intentó poner a prueba su fuerza otra vez, aun viendo como su cuerpo crecía y se hacía cada vez más fuerte. Simplemente nunca más lo volvió a intentar.
Todos tenemos un elefante encadenado en nuestro interior, todo ese inmenso tamaño lo llevamos en el alma, en la voluntad, en la esperanza, pero debemos creernos capaces de lograr, de construir de soportar, todos los seremos humanos podemos decidir cómo viviremos hasta el último día de nuestras vidas, sino pregúntenle a Viktor Frankl quien en medio de los horrores del Holocausto encontró la belleza de seguir viviendo y nos dejó la mayor lección de vida y determinación humana.
Les quise compartir este cuento, porque es uno de mis favoritos, siento que es la analogía perfecta para ciertos comportamientos humanos. Cuántos de nosotros ni siquiera intentamos las cosas, no digo dejar de intentarlas, digo ni siquiera dar el primer paso, cuántas veces con un solo comentario negativo nos hemos visto totalmente desarmados.
No permitas que nadie te diga de que eres capaz, eso solamente lo sabes tú, si crees que no lo eres no lo serás lo mismo si crees poder, no dejes nunca de intentarlo, de buscar alternativas, de ser creativo, de buscar aleados, de aprender cosas nuevas, la esencia humana es llenar el alma para poder seguir vivo, nadie puede decirte qué te vibra qué te hace noble o qué te indigna , sólo tu te defines , no dejes de quitarte de encima tus cadenas, simplemente no abandones tu lucha busca esa libertad y para que llegues a encontrar la mejor versión de ti.