Hay padres que antes de que sus hijos corran el más mínimo riesgo como un tropezón o un pequeños golpe, que al final son inevitables y parte del aprendizaje y desarrollo de sus hijos, ya están ellos ahí para prohibir lo que el menor quiera hacer o para que lo hagan con una excesiva atención y/o participación por parte de sus progenitores, esta actitud y estilo respecto a los cuidados del menor se denomina sobreprotección y más que crear adultos seguros o sin heridas, crea personas con gran cantidad de miedos e inseguridades en el momento en que se observan sin sus padres cerca.
El miedo es uno de los rasgos más habituales en aquellos adultos que se han criado en base a un estilo de sobreprotección, esto es porque el no haber vivido demasiadas experiencias por sí solos hacen que no conozcan muchos de los contextos de la realidad en la que viven y, lo que es peor, que no se sientan capaces de descubrirla por sí mismos al haber contado siempre con sus padres de una manera demasiado cercana y considerar en muchos casos y de manera inconsciente muchas veces que la participación de sus padres es necesaria para tener éxito. Por otro lado, la falta de experiencias por sí solos hace que nunca hayan puesto a prueba sus capacidades y por tanto las desconocen y sienten, como adultos que ya son, un elevado temor a fallar ante la mirada de otras personas.
También la sobreprotección implica una excesiva y constante existencia de normas que ha impedido al menor la toma de decisiones por sí solos, explorar qué quiere él o escucharse a sí mismo, esto genera a lo largo del tiempo personas con una nula capacidad de auto-escucha y de tomar decisiones propias al sentir que necesitan que sea otro individuo quien les diga qué hacer en cada situación y en cada contexto.
Junto a estas perjudiciales consecuencias de la sobreprotección también podemos mencionar la escasa capacidad de gestionar sus emociones desagradables como el miedo, la tristeza o la frustración, al haber evitado sus progenitores que las experimentasen en muchos momentos se encuentran ahora sintiéndolas de manera individual y sin las herramientas adecuadas que
se adquieren en la infancia para poder hacerles frente de un modo adecuado. Junto a esto también suelen tener dificultades para establecer límites o tener responsabilidades ya que estas siempre han sido controladas por sus padres, lo que genera que ahora tengan de golpe responsabilidades muy grandes y sientan que no son capaces de responder ante ellas. Y, finalmente, las personas que se han criado bajo un modelo de sobreprotección suelen manifestar el afecto en forma de control ya que es así como sus propios padres se lo mostraban, a través de normas y restricciones.
Es por todo esto por lo que si algún padre o madre se ha visto reflejado en este modelo de crianza debería abandonarlo ya y dejar al menor desde muy temprana edad enfrentarse a pequeños retos como tirarse del tobogán, pedir en una tienda algo solo o bajo su supervisión, el juego libre en un parque con sus amigos, etc.
Sólo de este modo lograremos criar a futuros adultos que se sientan competentes, valiosos y capaces de lograr el éxito por sí solos, sino lo que acabará pasando es que tendremos niños y niñas en cuerpos de adultos con tanto miedo a la vida que será mucho más complicado que puedan reconocer que son mucho más capaces de lo que sus padres les hicieron creer.