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Relato: El ángel de la noche

Espiaba por la mirilla de la puerta, tenía que ponerse en puntas de pie porque no llegaba a ver para afuera.

Contenía la respiración, miraba el reloj, ya era la hora en que Omar pasaría como cada noche rumbo al hospital, y para eso debía pasar frente a su puerta, donde ella lo esperaba.

 Ni en sueños se imaginaria Omar, del latir del corazón de Clara, quien apoyada en un cómplice silencio espiaba su caminar lento y cotidiano desbordada de amor por él.

Lo conoció hace meses en el bar frente al hospital,donde ella es la camarera que cada mañana le sirve un café caliente y dos medialunas dulces, él la mira sin verla, tiene tristeza en su mirada verde como el mar, y no supo nunca que ella se enamoró de su tristeza, de sus manos lentas al endulzar el café, que lo mira en silencio desde atrás del mostrador, que se muere de ganas de arrancarle una sonrisa.

¿Quien será la persona que él cuida cada noche en ese hospital?  es una incógnita y quiere averiguarlo, y a la vez teme que se acabe esa magia de amarlo a escondidas, de no saber más que su nombre, porque oyó que hablaba por teléfono y se presentaba diciendo “soy yo, Omar”

En ese momento sus suspiros tenían nombre… Omar.

Una mañana tomó coraje y lo siguió, hizo el recorrido de su rutina, descubrió que pasaba cada noche por el frente de su casa, que vivía a unas escasas cuadras de distancia,  aprendió de memoria sus horarios y recorridos, se sintió una tonta muchas veces pero no le importó, sólo seguía a su corazón en un sentimiento tal vez sin respuesta, pero fuerte como para intentar un encuentro casual.

Decidió hacerlo, total no perdía nada y podría ganar mucho, quien sabe, quizás él la miraría y se daría cuenta que ella existía.

El viejo boulevard se ilumina cada noche y se va quedando vacío de gente y de sonidos, sólo algunos caminantes solitarios forman parte del paisaje, y Omar es uno de ellos cabizbajo y manos en los bolsillos, rumbo al hospital.

Clara se acomoda el abrigo, enfila sus pasos derecho hacia Omar, deja caer un libro justo cuando pasa a su lado, y la magia sucede, él se agacha y levanta el libro, se lo da en las manos, pero ni una palabra brota de sus labios, ni una sonrisa, Clara le sonríe y dice un tímido “gracias” 

Omar inclina la cabeza caballerosamente y sigue caminando, Clara lo llama por su nombre, él se vuelve a mirarla, ella le dice que lo conoce, que le sirve su desayuno cada mañana  en aquel bar  enfrente al hospital.

Ahora Clara conoce el motivo de la tristeza de Omar, ahora se siente desolada porque sabe que nunca podrá ser, que aquel amor secreto que siente por él no tendrá futuro, pero él le dió una lección de amor, porque sentados en un banco en la noche quieta, Omar le contó su historia, le habló del amor de su vida, quien estaba esperando el final en una cama del hospital, minado por una cruel enfermedad.

Clara supo que el amor es amor y nada más, que es entrega, fidelidad, coraje y valor, no importa otra cosa, Clara supo que Omar apretaba fuerte la mano de su amor cada noche y hasta el amanecer cuando se cruzaba a desayunar.

Mientras tanto, en aquella cama Enrique esperaba como cada noche a que él llegara.

Clara supo que Omar era el angel de la noche que cuidaba a su amado, sólo eso, dos personas que se amaban hasta el final.

Ya no espiaba más detrás de la  puerta, ahora ella también se sienta con ellos, para que sus noches no sean tan largas y vacías…

Graciela Actis

Escritora argentina, le apasiona escribir cuentos y relatos breves

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