A través del tiempo, las experiencias que han ido llenando el libro de mi vida no me han parado de enseñar. Cuando he creído que no podía sacar nada bueno de un momento incómodo, la vida se ha encargado de demostrarme que erraba una vez más.
“He reconocido cuándo se me ha limitado por ser mujer, he reconocido actitudes machistas y he logrado hacer frente a situaciones de desigualdad”
Con los años he aprendido. He sabido discernir aquellos obstáculos que me he encontrado por circunstancias puntuales de aquellos que nacen por una cuestión de género. He reconocido cuándo se me ha limitado por ser mujer, he reconocido actitudes machistas y he logrado hacer frente a situaciones de desigualdad. Con el tiempo, me he descubierto defendiendo mis derechos con imparable fuerza interior que me ha servido para hacerme oír y elogiar los avances en la sociedad.
A medida que he ido haciéndome mayor, me he conocido más y he sabido que la figura de la mujer que me ha representado en contenidos audiovisuales masticados y tragados durante mi infancia y adolescencia difiere de quién quiero ser. A lo largo del tiempo he mantenido una escucha activa y he analizado comentarios, pensamientos y acciones que se han visto salpicados por roles impuestos y tópicos hirientes. Esos que se han esparcido como un veneno por familias, grupos de amigos y charlas en bares y que han anulado y limitado a las mujeres que se hacían oír más, o simplemente se hacían oír.
En cuestión de décadas he encontrado la visión masculina plasmada en cada cuadro, en cada relato que ha compuesto la historia que nos han contado una y otra vez. Convirtiéndome en mujer he observado impotente, cómo mi género no ha parado de callar. Y ahora parece que cambia.
“Y aunque me siento verdaderamente feliz por los avances, ¿por qué sigo notando la presión de tener que gustar? “
Ahora sucede lo que algunos no querían y que otros tantos esperaban desde hacía siglos. Las mujeres proclaman. Las mujeres reivindican. Las mujeres sí se hacen oír. Y aunque me siento verdaderamente feliz por los avances, ¿por qué sigo notando la presión de tener que gustar?
Me despierto, me relaciono con hombres y mujeres, leo la prensa, consumo publicidad, consulto redes sociales, leo conversaciones, me miro en el espejo. Y ahí continúa. Latente, insistente y constante. No desaparece esa sensación de tener que cumplir, tener que gustar como mujer. Me veo bombardeada por imágenes de marcas, por conversaciones entre parejas y confesiones de amigas entre lloros. Y en todas encuentro la misma preocupación.
“Seguimos condenadas a tener que sentirnos deseadas, a ser atractivas, a ser ‘una mujer de verdad’”
Porque a pesar de los avances, a pesar de haber conseguido tener voz, seguimos condenadas a tener que sentirnos deseadas, a ser atractivas, a ser ‘una mujer de verdad’. Se endosa en forma de obligación el pensamiento de una sociedad que hace guiños constantes al sexo y a la diferenciación entre géneros . Desde pequeña los medios, las series y los adultos no van a dejar de recordarte lo importante que va a ser que gustes por tu feminidad y tus atributos y recibas la aprobación. Y si no lo haces, habrás fallado.
Sigo escuchando frases que me recuerdan que estoy viviendo con esta presión. Se siguen coleccionando comentarios relacionando la soltería con el fracaso. En cambio, qué poco se relaciona con la dependencia de personas hacia otras. Y mucho menos se comenta que el valor de una persona no se determina por su existente o inexistente relación sentimental.
“Lo peor de todo es que sigo sin entender cómo puedo conseguir que deje de importarme gustar o no”
Y sigo recibiendo comentarios sobre cuánto debo gustar, sobre si mi vecina si sigue engordando se quedará sola o si es normal o no que a ese chico le guste esa chica ‘si no es para tanto’. Y así constantemente, una tras otra.
Lo peor de todo es que sigo sin entender cómo puedo conseguir que deje de importarme gustar o no. Tengo miedo de que esta presión viva conmigo para siempre.