¿Qué es el rechazo al diálogo? ¿Cómo se define la negación a escuchar cuando el prepotente sienta cátedra sobre argumentos que censura desde la rotundidad de su soberbia, interrumpiendo al interlocutor con media sonrisa burlona y mandíbula desencajada producto de la ira?
¿Cómo se denomina exactamente la agresividad de una persona convencida de poseer “La Verdad”? denigrando las observaciones, los conocimientos y los puntos de vista de otros, clavando puñales de cólera a través de ojos inyectados en sangre y gesticulaciones vulgares.
¿Cómo se define a un individuo que sentencia constantemente que el colectivo está equivocado en todas sus acciones? desde el ámbito sociocultural, pasando por el laboral y culminando en el personal. Cómo esa misma persona puede afirmar que conoce las profundidades de sus semejantes, si jamás pregunta ni se interesa por nada que no esté relacionado consigo mismo.
En estos seres enfermos de soberbia, el arte de la comunicación es inexistente, porque lo único que construyen a base de hostilidad son muros de silencio con cada reclamo fuera de lugar, con cada grito estruendoso y cada descalificación devastadora carente de fundamento. Su único objetivo, unas veces consciente y otras inconscientemente, es hacer daño para esconder la cobardía de sus complejos.
¿Qué ocurre cuando el sujeto que acabo de definir es un progenitor que se ha comportado de manera déspota, cruel y abominable durante la infancia o la adolescencia de su hijo?
¿Qué pasa cuando en la adultez del hijo, los psicópatas proclaman a los cuatro vientos que son padres idílicos insinuando que el vástago agredido en lo más profundo de su autoestima es verdugo en lugar de víctima?
¿Cómo se define en términos psiquiátricos esa personalidad purulenta de odio?
Cuando los hijos han cumplido con sus obligaciones, e incluso han cubierto expectativas a costa de sus convicciones, nuestro deber como padres es practicar la ardua labor de la conciencia, porque los adultos, por lógica, siempre somos más injustos que nuestros menores. La soberbia no debería tener cabida en el concepto de la filiación.
En qué psique mínimamente cabal puede existir la idea de comunicarle a un hijo, que, en los tiempos álgidos de juventud, exigió el aborto a algunas de sus mujeres, dejando entrever indirectamente que el único descendiente que sobrevivió gracias a sus dictámenes es una especie de afortunado producto de su decisión machista. La acción es macabra, pero plantearlo como tema de conversación con su hijo, aun siendo adulto, es abominable.
La descendencia se cansa de callar, omitir, bajar la cabeza, asentir y pasar por alto agresiones decenarias que colapsan sus vidas mientras la sociedad, ignorante, los etiqueta de malcriados.
Aquel que es incapaz de empatizar con sus semejantes partiendo de la convicción de que la incapacidad de amar se suple con dinero, no debería tomar la decisión de ser padre. Esos inconscientes deberían aferrarse al hedonismo, que en este contexto sería la opción más generosa, sensata y responsable antes de amargarle la vida a cualquier ser humano que nunca pide nacer.
Todo el que lleva años sin preguntarle a su hijo como se encuentra física y emocionalmente, incapaz de interesarse por sus momentos de gloria, sus fracasos, sus temores e ilusiones. Todo el que ni siquiera tiene la deferencia de convenir en algo tan banal como la predicción del tiempo debería asumir que ha fracasado como padre. Y si no tiene la conciencia para hacerlo, entonces debería reconocer ante sus propios hijos que ha fracasado como ser humano.
El despotismo, el repulsivo lenguaje corporal, la verborrea execrable, el rechazo injustificado y el hecho de ignorar a los hijos sin ningún motivo, se somatiza en dolencias físicas y emocionales que pueden convertirse en enfermedades graves.
Cómo se define a un padre cuyo hijo está ingresado en un hospital y renuncia a la mínima expresión de decencia, que se tendría hasta con un animal, negándose a llamar por teléfono o a visitar al enfermo. ¿Sobre qué clase de monstruosidad estamos hablando y qué tipo de personas lo justifican diciendo que se trata de una “discapacidad emocional”? Se trata de irresponsabilidad, maldad, cobardía y egoísmo. Antónimos rotundos del amor.
Nunca debemos olvidar que los padres somos indiscutiblemente responsables de la autoestima de nuestros hijos, sobre la que eventualmente construirán sus vidas determinando sus éxitos y fracasos.