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Capítulo 03. Cabeza, corazón y tripa: Amar es fácil si sabes cómo, cuándo y con quién

“Baja el volumen de tus pensamientos y agudiza el de tus sentidos, al hacerlo se obra el milagro y te enamoras”

Si elegimos a las personas solo con la cabeza, lo más probable es que nunca lleguemos a enamorarnos, pues el enamoramiento necesita una buena dosis de libertad, de soltar amarras, de dejarse llevar horas, como cuando parece que no pasa el tiempo. 

Hoy quiero hablaros de la TRIPA…

¿Y si partimos de la base de que el amor no se encuentra sino que se busca, se construye y se cuida? Parece que nos enseñan que el amor está ahí, esperándonos en algún lugar del mundo,  y su misión es esconderse para ser encontrado, como si en alguna parte del planeta hubiera una persona destinada única y exclusivamente para nosotros. De una manera u otra, mucha gente cree que solo podrá amar cuando encuentre a la persona adecuada, cuando los astros se alineen o cuando recibe el impacto de una flecha celestial, piensan que en ese momento una luz se abrirá paso entre las sombras y que por fin sentirán el amor. 

Para estas personas – a las que puedes elegir no pertenecer porque todo está basado en creencias y experiencias pasadas -, el amor siempre está en algún otro lugar, y su objetivo consiste en descubrir dónde, para una vez encontrarlo capturarlo, no dejarlo escapar. Esto es sin duda una de las ideas románticas, que además de errónea, es la fuente de muchísimo sufrimiento. 

 “El amor no tiene tanto que ver con lo que ves como con tu forma de mirar”

Hay gente que cree que el amor verdadero se manifiesta en la tripa, como un deseo irracional, esas mariposas que se intensifican cuando estás cerca y ese no dejar de pensar de manera casi obsesiva en la otra persona. Sienten que cuando alguien aparece en su vida y les genera una sacudida emocional están ante un claro indicio de haber llegado a la tierra prometida. Para ellos el amor es igual a enamora-miento, y esto es el principio de la trampa, ya que termina por dejar en manos de fuerzas ajenas, una de las elecciones más importantes para su presente y su futuro: con quién compartir el camino que lleva al hogar. 

A veces se dan cuenta, pasan meses, o años, y empiezan a ver y sobretodo a sentir que lo que parecía maravilloso en un principio no lo es tanto, pero ya están tan enganchados que salir de ahí resulta mucho más doloroso que quedarse. Cuando finalmente se separan, se incorpora una nueva creencia en su mente: si no se vuelve a sentir esas mariposas, esa sacudida en la tripa y el corazón, es que no se está enamorado, ergo es que no hay amor. 

Pero si conozco a alguien, da igual que sepa su historia pasada, presente o futura, da igual su esencia a priori y sus miedos, si conozco a alguien y me vuelve a remover esa revolución hormonal, es que ha venido el amor. 

“Uno de los secretos mejor guardados de las parejas felices es que las grandes parejas no se encuentran se construyen”

Tratar de encontrar a alguien que encaje a la perfección es, además de imposible, un acto de inmadurez emocional. ¿Cómo van a coincidir dos personas cuyo pasado presente y futuro pertenecen a coordenadas totalmente diferentes? Y no solo eso, ¿qué valor tendría encontrar algo que desde el primer momento se acomode a nosotros como la horma de un zapato? Si lo piensas bien, construir es una de las labores más hermosas y significativas que podemos llevar a cabo. 

Nos brinda la oportunidad de crecer y enriquecernos a partir de la diferencia y aspirar a un proyecto más grande que nosotros mismos. Las palabras adecuadas para embarcarnos en una relación feliz no es buscar, sino crear; no es encontrar, sino construir.

En ocasiones te pones una careta de “buscador de amor”, cuando en realidad solo estás persiguiendo la parte brillante o excitante de la relaciones, arraigada a la creencia que proviene del amor romántico, de que el amor de pareja, lejos de fabricarse, nace del encuentro entre dos medias naranjas. 

Valores como el esfuerzo, la paciencia o la aceptación, quizá no sean los más cómodos, pero son aquellos que a la larga constituyen los pilares y el aliento de relaciones que perduran en el tiempo. Por supuesto, ninguno de ellos nace del encuentro espontáneo, y ninguno hay que no requiera trabajo, planificación y orientación hacia la construcción de un proyecto común.

“Los por qués hacen que las cosas empiecen, los para qués hacen que las cosas duren”

Definir un para qué es dotar de profundidad a las conversaciones, es definir el destino que se quiere crear, es mirar el punto común que tenemos dentro de nuestras diferencias, ya que inevitablemente, o mejor dicho obviamente, somos distintos, pero al dejar claro dónde queremos llegar, se puede dibujar el camino por el que debemos transitar.  Existe una pregunta que si se plantea a tiempo evita mucho sufrimiento: ¿y tú qué buscas?

Porque para la tripa lo importante es la inmediatez del placer (¡bésale!), la cabeza  por su parte es más reservada y calculadora. para ella lo importante es el bienestar general, la paz, la calma, el futuro, los proyectos,. Puede equivocarse, pero la cabeza en general nos dice si la otra persona encaja o no con nuestro modelo de vida, con nuestra forma de ver las cosas, podemos oírla casi siempre, otra cosa es que verdaderamente la escuchemos, y otra muy distinta que la hagamos caso. 

Cuando la tripa domina todo el espacio y deja a un lado la razón, quedamos a merced de los caprichos de nuestras hormonas, de nuestros impulsos más animales, los cuales en ningún momento se preocupan por nuestra felicidad futura o el éxito de una relación. La idealización es un fenómeno que se manifiesta durante el enamoramiento, y durante este periodo no observamos con claridad la realidad, distorsionamos la información,  y no vemos lo que hay si no lo que queremos ver, y eso resulta peligroso cuando nuestros deseos se apoyan sobre nuestras carencias en lugar de hacerlo sobre nuestras preferencias.

“¿Qué hace falta para amar? Conocer. ¿Qué hace falta para conocer? Tiempo y calma”

Dejar nuestra vida en manos del deseo es como comprar un barco y nombrar capitán a las olas. El amor de pareja transita hacia el corazón y necesita tripa, pero nunca funcionará si descuidamos la razón; decidir con quién compartimos nuestro camino es tan importante como no perder la cabeza. 

Cabeza y tripa deben estar alineados y navegar en la misma dirección. Aunque uno no elija de quién y cuándo se enamora, sí puede elegir a quién se expone, y sobre todo, cuántas veces y con qué implicación lo hace. 

“No todos los caminos llevan al amor, el amor es el que lleva a todos los caminos”

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Natalia Pedrajas

Deportista, psicóloga y empresaria social, defensora de la mujer y la sostenibilidad.

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