Vivimos en una época en la que la tecnología y la digitalización dominan el mundo, incluyendo también el mundo de las relaciones de pareja. Al vivir en primera persona y observar en conocidos y amigos el funcionamiento de las relaciones amorosas con el uso de las tecnologías, las apps y los efectos que producen, puedo decir que el análisis en líneas generales no es favorable, y las personas no se sienten felices ni satisfechas en su vida amorosa. Si están en pareja, suele haber muchas crisis alimentadas por el uso de las redes sociales, bien sea por situaciones de celos , infidelidades, o bien porque piensan que puede haber alguien mejor, que les haga más felices, en un mundo de infinitas posibilidades. Si están solteros y buscan pareja, muchos recurren a las redes y a las innumerables aplicaciones de citas, acumulando historias que muy raramente terminan en final feliz.
“No cabe duda que el contacto físico es esencial”
Si además tenemos en cuenta esta última nueva etapa del confinamiento, en muchos casos ha salido a la luz, la calidad y solidez de las relaciones de pareja, que han tenido que convivir forzosamente 24 horas al día. Este ha sido un momento sin duda crucial, para poner a prueba la comunicación, los valores como pareja, el conocimiento del otro/a, la compatibilidad, etc. El día a día, nuestros horarios de trabajo y otras actividades de ocio, hacían que pasáramos un tiempo mínimo en casa conviviendo con la/el que pensábamos que era el amor de nuestra vida y que quizás ahora muchos se han dado cuenta de que realmente no lo era. Otros, a punto de casarse, con vestido y traje reservado (esto es un caso real que me contaron) cancelaron su boda porque descubrieron que no era la persona indicada.
Por el contrario, aquellas parejas sólidas que han construido relaciones basadas en el amor, confianza, respeto y comunicación, habrán vivido esta situación de una forma muy positiva llegando incluso a reforzar aún más esos lazos, porque quizás han tomado conciencia de la fragilidad de la vida, y de lo que es realmente importante, además de valorar a su pareja imperfecta.
Aquellos que no tienen pareja y que le han dado una oportunidad a conocer a alguien durante el confinamiento, no les ha quedado otro remedio que hacerlo de manera digital, probablemente recurriendo a una de tantas aplicaciones móviles que existen. No cabe duda que el contacto físico es esencial para que una relación que comienza así fructifique y quizás la desesperación por conocerse, por tener contacto físico, unido a la inmediatez que vivimos con este mundo digital, habrá desembocado en que muchos no lleguen ni siquiera a conocerse, o simplemente, han ligado de forma on line para estar entretenidos durante la cuarentena.
“¿Cómo están cambiando las plataformas, la forma en que encontramos pareja o tenemos citas?”
Algunas personas verán con nostalgia, la forma en que ligaban y cómo eran las relaciones varias generaciones atrás, en la época de nuestros abuelos o nuestros padres, donde los valores eran muy importantes y las relaciones parecían más sólidas y duraderas. Otros piensan que con las innumerables aplicaciones y páginas de citas que tenemos a nuestro alcance, nunca ha hecho tan fácil ligar y encontrar pareja.
Con unos 50 millones de usuarios en Tinder, ¿cómo están cambiando las plataformas, la forma en que encontramos pareja o tenemos citas? ¿cómo está cambiando nuestra forma de pensar y de ver el amor? ¿la tecnología ayuda o dificulta las relaciones? ¿con qué frecuencia enviamos un mensaje de texto en lugar de hablar por teléfono? ¿cuántas veces hacemos un skype o video llamada en lugar de encontrarnos cara a cara? ¿cómo utilizamos los emoticonos en lugar de expresar nuestras emociones y sentimientos?
Las relaciones de pareja han evolucionado con el paso de los años con sus pros y sus contras. He querido hacer un recorrido por la evolución de las relaciones amorosas a través de la historia hasta llegar a la época actual, en la que se han realizado estudios incluso de la utilización de la tecnología a la hora de relacionarnos, que creo que desvela que realmente no somos más felices que las generaciones anteriores.