Es evidente que asistimos a un creciente interés por las emociones y los aspectos psicológicos en todos los ámbitos. Numerosos estudios avalan la importancia de dedicar esfuerzos al bienestar emocional. Hay quien habla incluso de una nueva revolución, un cambio radical de paradigma en la gestión de las organizaciones.
De hecho, en los últimos años, se han multiplicado las investigaciones sobre el impacto del factor emocional en las empresas y el trabajo, y han llegado a la conclusión generalizada de que las emociones y el estado de ánimo afectan directamente al rendimiento, a la toma de decisiones, la creatividad, la capacidad de colaborar, la iniciativa y la motivación.
Este interés se ha visto potenciado por la gran crisis sanitaria del Covid-19 que ha puesto de manifiesto la importancia de ocuparnos de los aspectos emocionales y psicológicos de la gente dado que son claves para la salud, el bienestar y nuestra capacidad de adaptarnos a situaciones drásticamente diferentes, tal y como cuento en mi libro “GuíaBurros: Bienestar Emocional en las Organizaciones“.
La pandemia golpeó con fuerza nuestro modelo social y económico, enfrentando a las organizaciones al reto de, entre muchas otras cosas, dar respuesta a cuestiones de la esfera psicológica de sus plantillas y sus grupos de interés. Desde las dificultades de compatibilizar el teletrabajo con la vida familiar, gestionar los equipos remotos, cambiar los códigos a los que estábamos acostumbrados, hasta enfrentar cuestiones muy complejas y potencialmente traumáticas como el aislamiento social, la incertidumbre sobre el futuro, el miedo al contagio, la imposibilidad de acompañar a los seres queridos que enfermaron y también de despedir a los que murieron.
No cabe duda que un evento de tal magnitud producirá secuelas psicológicas que tendrán repercusión en todos los ámbitos de la vida, eso incluye el entorno laboral y las empresas también deberán estar preparadas para dar las respuestas adecuadas a estas necesidades.
Dado que las empresas están formadas por personas, esta crisis las afecta en todas sus dimensiones y si hay una lección que nos deja esta experiencia mundial tan desconocida para quienes la estamos viviendo, es que no podemos permitirnos seguir viendo a las personas como números o recursos y dar la espalda a la gestión humana de las organizaciones. Se impone un giro radical en el liderazgo, una gestión de servicio que empodere a las personas para que puedan sacar su potencial y servir a su vez, a todo el entorno de la organización.
Este quiebre abrupto de nuestra realidad también nos ha demostrado que, a pesar de ser resilientes y de habernos adaptado con una rapidez asombrosa a un nuevo escenario, necesitamos herramientas para gestionar las emociones, sin importar el puesto que ocupemos. A este tipo de enfoque apuntan todas las tendencias y se erige como un elemento clave en el que las empresas deben invertir para salir fortalecidas de esta situación sin precedentes.