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#BellezaReal: Se prohíbe a ‘influencers’ retocar fotos sin avisar

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Recientemente los medios se hacían eco de una noticia del país noruego en la que se anunciaba la aplicación de una nueva ley contra los retoques en las imágenes de las influencers. Según las informaciones que hemos podido ver circulando por la red, el objetivo de esta normativa promovida por el Ministerio Noruego de Infancia e Igualdad es: luchar contra la publicidad engañosa y los ideales de belleza irreales. En concreto la noticia del periódico La Vanguardia comenzaba el relato de la siguiente manera: Noruega acaba de declarar la guerra al photoshop y a los filtros (…) que retocan caras y cuerpos. Hay una frase de una escritora que me encanta, Irene X, que dice así: “Sé tú misma, pero no tanto. Un poquito menos, más discreta, así no, mejor antes, contrólate, disimula. Cambia. Sois así.” Creo que esta frase puede resumir brevemente -y casi a la perfección- los dos mundos en los que se han dividido los mensajes sobre la belleza en las redes sociales. Dos frentes completamente opuestos que nos tienen bailando de forma torpe e hipócrita entre el “amor propio” y la necesidad de aprobación externa.

“Ponle un filtro o algo, que tengo muy mala cara” con algo tan inocente como esta frase estamos creando y perpetuando el rechazo hacia nosotras mismas. Sí, mismas, y digo mismas porque -curiosamente casualidad o no- todas las noticias que he leído al respecto de la nueva ley noruega, solo hacen mención e incluyen imágenes de ejemplo de mujeres. Porque en esta sociedad seguimos siendo las mujeres las que tenemos que lucir perfectas, anunciando cremas antiedad sin arrugas, cuchillas o máquinas depilatorias sin mostrar un solo pelo y antiojeras sin enseñar ni un ápice de cansancio. Pero cansada estoy yo, de todo el circo que hemos creado, de esta dualidad moral que lejos de liberarnos crea más incógnitas que ya no sabemos ni cómo responder. 

La hipócrita dualidad del amor propio

Desde el movimiento curvy, la visibilidad del body shaming, hasta el body positive o el trending topic del no filter; existen numerosas iniciativas promoviendo el amor propio en las redes sociales. Pero a esa realidad, se suma una paralela en la que seguimos subiendo solo nuestras mejores imágenes, aquellas en las que nos vemos verdaderamente guapas, delgadas, atractivas y en las que cumplimos con las expectativas de lo que esperamos de nosotras mismas, o incluso que otros esperan de nosotras. Porque sí, ¿que si apoyo el body positive? Of course! Pero déjame ponerle un filtro a la foto que estoy muy blanca, y por si acaso sácame otra que en esta se me marca un poco la barriga.

Lo que más me preocupa de los filtros y de esta enfermedad del retoque de las “imperfecciones” no soy yo, ni las mujeres de mi edad -que también sufrimos los estragos de este culto a la superficialidad- si no las niñas y las adolescentes. Ya pudimos comprobarlo en el famoso documental estrenado en Netflix durante el año 2020, “El dilema de las redes sociales”. Tristan Harris, ex trabajador del gigante Google y especialista en ética tecnológica, afirmaba lo siguiente sobre las redes sociales: “No lo diseñaron psicólogos infantiles que querían proteger y educar a los niños. Se diseñaron para crear unos algoritmos muy buenos para recomendarte otro video más, o para conseguir que te saques una foto con filtro. (…) las redes entran más y más en el tallo cerebral de los niños y afectan a su autoestima e identidad”. 

Por eso celebro noticias como la de Noruega que, aunque surjan por motivos legales relacionados con la publicidad engañosa, también impulsan un segundo objetivo en diferido que puede ayudarnos a luchar contra la mentira más grande del siglo XXI:  la perfección. Y sí, ojalá no hubiese que llevar a cabo estos cambios por la vía legal, ojalá nos diésemos cuenta de manera consciente del daño que nos hace y que hacemos cuando nos ponemos un filtro, nos afinamos la cintura o nos aumentamos los labios. Habrá quien opine que todo esto no es tan importante, que son retoques inocentes, pero lo cierto es que esos pequeños gestos perpetúan un mismo mensaje: “no eres suficiente tal y como eres”.

A ti que estás leyendo esto, te pido, si no es por ti, hazlo por las niñas, las más jóvenes, tus hijas, sobrinas, primas y todas las que vienen detrás. ¿Por qué hacerles crecer en un mundo que no las deja aceptarse tal y como son? Con una sociedad confusa y caprichosa que les dice “quiérete tal y como eres” pero quiérete delgada, enérgica, sin ojeras, sin celulitis y depilada. Aunque tampoco hagas que se note que te esfuerzas en todo ello porque si no también te juzgarán. 

En Noruega, Reino Unido y Francia ya están luchando contra la publicidad engañosa de las influencers, con el fin de que las marcas dejen de llenarse los bolsillos a costa de nuestras inseguridades. En el caso del país nórdico, simplemente con la inclusión de una etiqueta o aviso diseñada por el gobierno que informará a los usuarios de cuando se trata de una fotografía retocada, ya sea con un programa de edición o con un filtro. ¿Podéis imaginar una etiqueta así en nuestras propias imágenes? Paremos nosotras también esta publicidad engañosa de nosotras y hacia nosotras mismas. No dejes que los filtros, efectos o retoques distorsionen tu cuerpo, tu rostro y la percepción que tienes de ti misma. Que sumen, que te ayuden a potenciar tus cualidades naturales, que te empoderen, que te hagan libre, que te den seguridad, pero que no te alejen del centro, de ti, de lo que eres, de lo real, que es perfecto tal y como es. Dejemos de rechazarnos y fustigarnos por no ser unas Kendall Jenner, bastante dura es la vida por sí sola como para vivir en lucha con la persona que se refleja cada mañana frente al espejo. Sé tú el filtro que te embellezca. Sé tú. Y no pidas permiso -ni te pongas filtros- para serlo.

Laura Muñoz

Periodista y escritora. Escribo sobre lo que nadie se atreve a decir.

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