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Balance

Tras pasar el último mes del año, diciembre, con el Año Nuevo, hacemos un balance de los actos que hemos realizado y los que hemos dejado pendientes. De los fallos que hemos cometido y que nos han hecho más fuertes internamente.

Para mí, este año que ha acabado ha sido duro.

El primer semestre me centré en la reconducción de la actitud de mi hijo mayor, que debido al sentimiento de culpabilidad de mis años sometida a mi agresor, le toco vivir esa carencia en sus carnes y que le ha supuesto una pérdida de identidad, conduciéndose por el mal camino hacia la oscuridad. A pasar de su educación y llevar una vida de adicciones cuyo fin era la prisión interior y exterior de su personalidad.

Todo ello me llevó a darme cuenta, que vivía una asfixia emocional, donde no tenía ni espacio ni tiempo, sometida a los caprichos de mi alrededor por no saber poner límites, por mi sentimiento de culpabilidad que me impusieron al rojo vivo bajo mi piel. 

Me acostumbraron a ser una superwoman, donde no había tiempo para reproches, a tragar con todo lo que se me decía. Recuerdo que cuando contaba lo que me pasaba me decían que no vivía en este mundo o sólo decía tonterías.

Mi autoestima, en esa época, era tan baja que me creí que todas las mujeres del mundo podían con la satisfacción de su pareja, los hijos, la casa, el trabajo y la familia. 

Cuando empiezas a superar los lazos emocionales que te han unido a tu agresor como el cordón umbilical une a la madre y al hijo, y te dedicas tiempo de soledad para ti misma pueden llegar a poder responder las preguntas de:

Quién soy.

Porqué me ha tocado vivir esa condena.

Para qué lo he vivido.

Sólo aquellas personas que son capaces de poder responder a estas preguntas tan sencillas tienen la capacidad de poder superarlo totalmente. Otras prefieren el camino de la ignorancia, es decir, aquello que me ha causado dolor lo aparto de mi mente y lo escondo en una caja bajo mil llaves. 

El primer camino es el más complicado pues las regresiones a las experiencias vividas son continuas y no son nada gratificantes. 

Yo elegí la primera opción y llegué a la conclusión de que, si me había tocado vivir esa experiencia de cautiverio a nivel físico, emocional e intelectual, era porque mis circunstancias personales me habían conducido a ello. Ya sea por salir de una familia demasiado convencional, donde era necesario la figura de un hombre. O por ser una persona de buenos sentimientos y por lo tanto, una presa apetitosa para un individuo que necesita machacar a alguien porque nunca le servirá el inocente y bondadoso corazón de su víctima. 

Preferí la soledad, cuando podía, como refugio para poder conocerme y conectar con lo que me ocurría internamente y mi conclusión fue la siguiente:

Si me ha tocado vivir este infierno es por algo.

Apareció el concepto de destino, que es lo que se suele utilizar cuando algo te va tan mal que no te paras a analizar lo que ocurrió a tu alrededor para llegar a dicha conclusión. 

Después leyendo, porque confieso que he leído mucho sobre emociones y técnicas para poder sobrellevarlas, apareció Aristóteles. Para él, cada individuo tiene un propósito intrínseco, una finalidad que lo define. El destino de un individuo no se impone desde fuera, sino es el resultado de sus propias acciones y elecciones.

También apareció Sartre y para él, el hombre está condenado a ser libre, por lo tanto, estamos condenados a elegir nuestro destino. Somos, los únicos responsables de forjar nuestra vida con aquello que hicieron de nosotros.

Como buena analista de datos, llegué a la conclusión de la vida que había tenido. Siguiendo a Aristóteles sobre que el destino del individuo es el resultado de sus propias acciones y elecciones, y a Sartre en que yo soy la responsable de forjar mi vida con aquello que hicieron de mí. 

A partir de ese momento, mi vida iba a estar dedicada a pedir justicia y hablar sobre la violencia de género, aquello que siempre se guardo en el cajón, donde la mujer tenía que sufrir por su condición de género y no por sus sentimientos. 

Gritad al mundo que es necesario avanzar en igualdad porque sin ella, estaremos condenadas como féminas. 

Sed mujeres imperfectas porque no existe una mujer que sea buena madre, hija, amante, trabajadora y amiga.

Rebelaros sobre lo que la sociedad nos quiere imponer por el pasado de los papeles de la figura femenina.

Sed vosotros mismas. 

Expresad lo que sentís, aunque perdáis algo por el camino. Pues en el camino sólo quedará la gente que le importas de verdad, porque la vida es comunicación y no siempre puedes estar de acuerdo en todo y tener la misma emoción que el otro.

Así que el 2023, ha sido complicado y complejo, pero me ha hecho más fuerte y seguiré cometiendo muchos fallos, porque la vida es cuestión de aprendizaje y nadie lo hace todo bien porque es humano y no es una máquina inteligente o no. Pero, también ha sido fructífero porque ha asentado mi idea de lucha por sacar a la luz que existe la violencia de género, que es una lacra social y que no sólo somos víctimas las mujeres que la sufrimos o las que la hemos sufrido, sino también nuestros hijos. Así que ya es hora de que la sociedad tome conciencia porque no sólo me afecta a mí, a tu vecina, a tu hermana, a tu prima, a los hijos sino a las siguientes generaciones que emocionalmente tendrán que superar los traumas del pasado.

Yolanda Moreno

Pintora y arqueóloga de las emociones. Mediadora en arteterapia.

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