fbpx

Ayer soñé que éramos novios

Ayer soñé que éramos novios, que viajábamos en un bus y me cuidabas. En el mundo de los despiertos nunca hubiéramos sido novios porque a ti no te gustan las chicas, pero en el mundo onírico las cosas que pasan tienen otra explicación: los abrazos significan otra cosa, los besos otra, y los viajes otra.  

Íbamos en un bus y me abrazabas. De repente sentí el picor de tu barba apenas crecida tocando mis labios. Me asusté. Alguna parte de mi conciencia estaba atenta porque sabía que no estaba bien que me besaras, que había algo prohibido en eso. Me llevaste a tu casa y conocí a tus abuelos; estaban sentados en la mesa. Entonces me asusté, te tomé de la mano y te saqué de ahí porque en el mundo de los despiertos me habías contado que tus abuelos estaban muertos; me lo contaste aquel día en que te teñiste el cabello de rosado.  

El trayecto en el bus nos llevaba por la orilla del mar, tan lejos del mundo y tan cerca de Dios. De repente las imágenes se presentaban claras, brillantes: al fondo, la mar azul turquesa, la arena blanca, y en la orilla animales de colores extraños; un oso azul, un tigre rosado, un elefante amarillo, peces color café brillante, y todos en tonos luminosos. «Esto tiene que ser el paraíso», dije al tiempo que volteé para mirar tus ojos, pero ya no te encontré más. Te habías esfumado, desapareciste entre la selva de mis imágenes oníricas. En los sueños la gente se va sin avisar, aunque aún sentía tu abrazo, pero sabía que te habías ido. Se me hizo tan raro estar ahí, tan absurdo. 

Cuando desperté, como siempre pasa, pensé en el sueño y pensé en ti, en si ya habrías despertado del coma, en cómo habrías pasado la noche durmiendo sin soñar; porque la gente dice que cuando se está en coma no se sueña. 

Me dicen que sigues igual, sin despertar, con sedantes, con medicamentos, con los médicos y las enfermeras haciendo rondas alrededor de tu largo dormir. 

¿Cuándo vas a despertar? 

Apenas, hace unos días hablábamos y me contabas de tus cuentos y ahora estás tan lejos, tan solo, como un cometa: brillante, luminoso y distante. Entonces recordé el primero y el último párrafo de La hora absurda de Fernando Pessoa. “Tu silencio es una nave con todas las velas hinchadas/Blandas, las brisas juegan en las flámulas, tu sonrisa/Y tu sonrisa en tu silencio son las escaleras y los zancos con que me creo más alto y al pie de cualquier paraíso…/ No sé…soy un loco que echa de menos su alma…/Y fui amado como retrato en un país más allá de los sueños.” 

María Fernanda Rodríguez

Escritora ecuatoriana viviendo en Canadá. Escribo sobre lo que me inquieta.

Comentarios

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.

Responsable de los datos: Square Green Capital
Finalidad: Gestión de comentarios
Legitimación: Tu consentimiento expreso
Destinatario: servidores de Siteground
Derechos: Tienes derecho al acceso, rectificación, supresión, limitación, portabilidad y olvido de sus datos.