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Alzheimer: “Cuando el olvido conquista a la memoria, el recuerdo desaparece”

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Imagen creada con IA por agencia Swing28.com

Me acuerdo de cuando era una niña y me levantaba más temprano que nadie en la casa. 

Me acuerdo de que cuando tenía que esperar a que alguien se levantase, me inventaba juegos para no aburrirme. 

Ahora también me levanto más temprano que nadie en la casa, solo que ya no tengo tiempo de inventar juegos ni de aburrirme. 

Me acuerdo de que antes de levantarme, mi perro custodiaba mi habitación. Eso me sigue ocurriendo.

Me acuerdo del Colacao del desayuno en las mañanas de invierno en el comedor y de que Ceci, mi madrastra, me preguntase: ¿qué soñaste hoy, vic?

Muchas veces me inventaba los sueños que había tenido porque no era capaz de recordarlos y no quería decepcionarla.

Me acuerdo de explorar cada rincón de la casa y de acariciar al perro del vecino a través de la alambrada del jardín.

Hay una casa en mi memoria y un perro al que no dejo de acariciar. 

Me he dado cuenta de que ahora me aburro mucho más que antes, y ni siquiera me doy cuenta para poder inventarme juegos.

El tiempo es inefable. 

Cada vez que me acuerdo, me invade una nostalgia que me hace creer que algo sigue vivo. Algo que está más vivo que el tiempo: el recuerdo.

Recordar conlleva una cascada de emociones. Implica ser conscientes de lo que el recuerdo nos hace sentir; contrastar el pasado y el presente.

Estos son sólo algunos de mis recuerdos. Al escribir me acuerdo, afloran memorias en mi conciencia que creía olvidadas. Comencé a hacer este ejercicio cuando leí a Siri Hustvedt por primera vez. Siri, en su libro La mujer temblorosa o la historia de mis nervios, relata el momento en el que impartió un taller de escritura creativa para pacientes psiquiátricos en el cual utilizaba con frecuencia el libro del poeta y artista visual Joe Brinaird titulado Me acuerdo. Escribir las palabras me acuerdo desencadena aspectos asombrosos en nuestra conciencia. Escribir me acuerdo en un papel, permite despertar la memoria, generando una actividad tanto motora como cognitiva. En cuanto se comienza a escribir, nuestra mente evoca los recuerdos sin esfuerzo. Es curioso que realizar este ejercicio devuelve a la conciencia recuerdos que pensábamos olvidados: 

Me acuerdo de los abrazos de oso que me daba mi padre. Me acuerdo de que un abrazo de oso no era un abrazo cualquiera, era un abrazo entre mi padre y yo. Un abrazo único.

La memoria y los recuerdos quedan dominados por emociones. Escribir las palabras mágicas me acuerdo es vital para que sirvan de catalizadores. Me imagino cuán prolifero debió haber sido para Siri desenterrar los recuerdos de aquellos pacientes psiquiátricos. ¿Qué tipo de secretos estarían escondidos en la psique de aquellas personas? ¿y por qué se escondían? ¿tendrían más sentido en el contexto psiquiátrico o en su pasado? ¿Cómo funciona la memoria? ¿Por qué nos acordamos de algunas cosas y olvidamos otras?

En un plano estructural y funcional del cerebro, el hipocampo, una estructura que forma parte del sistema límbico, es la corporeización de la memoria. Es el encargado de evocar de forma consciente una determinada información o un recuerdo concreto. El hipocampo forma parte del sistema límbico, un sistema subcortical y filogenéticamente antiguo que resulta crucial en el procesamiento de las emociones, el miedo, el aprendizaje y la memoria. El hecho de que este sistema sea evolutivamente más antiguo que la corteza cerebral u otras zonas del sistema nervioso, muestra que el recuerdo como forma de aprendizaje y desarrollo, así como la emoción, son aspectos más bien primitivos del ser humano. De alguna manera, estamos configurados en base a los recuerdos. Es como si no pudiésemos ser quienes somos, como especie y como individuos, sin una memoria emocional. 

No es casualidad que el hipocampo comparta territorio con zonas subcorticales como la amígdala, el núcleo accumbens o el tálamo. Estas estructuras permiten procesar el miedo, el aprendizaje por recompensa y la información sensorial y motora respectivamente. Todo ello determina en gran medida a qué respondemos y de qué manera lo hacemos. Parte de las conductas aprendidas son porque hay un recuerdo presente de su desenvoltura, como si nuestro cerebro dijera “soy quien soy porque me recuerdo” 

Está claro que el recuerdo, evoca una emoción. 

Si la amígdala actúa en la reacción del miedo, el hipocampo es la estructura clave en la memoria espacial. Interfiere en nuestra percepción del espacio, y participa en la manera que vemos los objetos y la distancia a la que se encuentran.

Los espacios juegan un papel trascendente en la memoria. Siendo sincera, suelo asociar mis recuerdos a espacios concretos. Cuando escribo que hay una casa en mi memoria, no es retórico. Precisamente la capacidad de recordar conlleva reconstruir un espacio. Hay lugares que tienen poder de evocación. Los recuerdos explícitos anidan en los lugares. 

Silvana Estrada canta: mi casa es un recuerdo de primavera. Yo, al igual que Silvana, creo que los recuerdos habitan en casas. Más bien en los hogares.

Tanto es el poder del espacio en la memoria, que las teorías clásicas defendían que los recuerdos requerían basarse en los lugares: topoi. Cicerón atribuía a Simónides de Ceos la invención del arte de la memoria. Cuando un terremoto destruyó la sala donde se celebraba un banquete matando a los allí presentes se llamó a Simónides que se había ausentado momentos antes, para que identificara los cadáveres porque recordaba el lugar donde estaban sentados. Los espacios mentales sirven como facilitadores de recuerdos. No son espejos de la realidad sino más bien creaciones espaciales interiorizadas e internas. Cicerón desarrolló la idea del locus como una herramienta para verbalizar los recuerdos. Un discurso podría ser recordado imaginando una casa por la que se pasea mentalmente, asignando cada parte del discurso a un objeto concreto. Siri Hustvedt explica que transitar por una arquitectura imaginaria define un espacio en el que se pueden fijar pensamientos secuenciales y verbales. Siri describe el espacio como el teatro de la memoria y relata un error en sus recuerdos, cuando trasladó un recuerdo significativo a un espacio donde no había ocurrido dicha vivencia. Ella necesitaba anclar su recuerdo en un lugar conocido, un espacio clave. De lo contrario, nunca habría podido acordarse. El espacio es el hogar de la memoria. ¿Por qué Siri eligió un espacio específico y distinto para trasladar su recuerdo? ¿Por qué ese y no otro? ¿Qué es lo que albergan los espacios que no puede albergar la memoria por sí sola?

El recuerdo no es una imagen mental fija, es más bien dinámico. Tanto, que cuando un recuerdo se escribe o se verbaliza, se renueva. El hecho de que la memoria traspase el lenguaje transforma el recuerdo, como si lo actualizara a la vez que lo conmemora. Siri relata en su libro el que observó que las personas que comienzan a hablar en etapas más tempranas son aquellas que recuerdan con más detalle y nitidez experiencias de su infancia. Muchas veces, cuando relato un recuerdo, le atribuyo sensaciones que no forma parte del recuerdo en sí. De alguna manera, el recuerdo se tiñe con tintes de presente. En palabras de Freud, el presente colorea al pasado. Según Freud, los recuerdos no son siempre lo que parecen y no deben considerarse hechos ciertos. Coralia Quintana, autora de Las hijas de la bruma explica que el recuerdo se crea en el presente, en el momento en que lo traemos a la memoria. En una entrevista a Coralia, le preguntaron: ¿qué es para ti el recuerdo? y ella respondió: “La memoria de lo vivido traída al presente, envuelta en las emociones que sentimos en esos momentos”. Las hijas de la bruma narra la vida de mujeres rurales en las medianías de Gran Canaria durante los primeros años de la dictadura franquista.

Coralia explica cómo aquello que escribe proviene de su memoria, de sus recuerdos, pero también de una memoria que no es únicamente suya, si no más bien una memoria familiar, de recuerdos que le han sido relatados y que han pasado a ser suyos también. 

Un estudio de 2007 realizado por Demis Hassabis y otros investigadores examinaron a personas con lesiones bilaterales en el hipocampo, y determinaron que los daños afectaban a la memoria pero también a la imaginación. Cuando se les pidió a los participantes que imaginaran situaciones nuevas, sus descripciones fueron más vagas y pobres comparadas con las escenas vívidas y detalladas del grupo de control. ¿Es la creatividad algún tipo de memoria? La memoria, desde luego, sí es creativa. Cuando escribo, plasmo todo aquello que he leído, pensado, observado e interiorizado anteriormente. En el acto creativo hay siempre presente una huella mnémica, un recuerdo de todo aquello con lo que uno se nutre, que permanece inconsciente si bien es parte de nuestras expresiones. Siri escribe: me gustan las expresiones “tener en mente” y “tener en la punta de la lengua”, pues indican que hay un mundo subterráneo que recordamos a medias”.

Lisa Genova, autora de “La ciencia de la memoria y el arte del Olvido” establece que la herramienta primordial para que la información del mundo exterior quede impregnado en la memoria, es la atención. El recuerdo puede aflorar del inconsciente si nos lo proponemos, pero para que esto ocurra, primero debe haberse creado. La manera de que algo acceda a la memoria es que sea consciente y relevante y que por tanto, capte nuestra atención. Lisa explica también que la memoria funciona en base a asociaciones. El punto fuerte de nuestra memoria no son los conceptos abstractos, si no las imágenes visuales y espaciales. Freud hablaba del carácter primitivo de las imágenes visuales frente a las palabras o el lenguaje. La asociación facilita el recuerdo a través de la unión de nuestro sentido visoespacial y los conceptos abstractos difíciles de asimilar. En psicología, se conoce como The baker-baker paradox, fruto de la investigación de la neurocientífica Gillian Cohen. Según Cohen, recordar la información personal de otra persona es más sencillo que recordar su nombre o apellido, dada la ausencia de sentido semántico de estos últimos. Los participantes de la investigación debían intentar memorizar tanto nombres como profesiones de distintas personas. La palabra panadero se mostró como apellido, aunque también como profesión, resultando ser mejor recordada la palabra como profesión que como apellido por los participantes. La profesión es rica en contexto, y por tanto, en asociaciones. Sin embargo, los nombres suelen ser aleatorios y arbitrarios y no se adhieren a la memoria de igual forma. Misma palabra, distinta evocación.

Hay memorias que son inexplicables, que quizá no tienen tanto que ver con las vivencias propias, si no que son memorias más ancestrales. Al igual que Coralia, yo también mantengo en mi memoria recuerdos que no me pertenecen y que sin embargo, siento que son míos. Mi madre me ha relatado incontables veces la música que ella escuchaba de pequeña, cómo eran las calles de Buenos Aires cuando llovía o el partido de fútbol sonando en la radio los domingos. Me invade una nostalgia familiar cuando me apropio de los recuerdos ajenos, especialmente de mi familia. Inconscientemente forman parte de una vivencia que yo no he contemplado activamente, y que sin embargo, habita en mí. ¿Qué es la nostalgia, si no una memoria con recuerdos inconscientes?

En la nostalgia hay algo de recuerdo, pero también algo de fábula; un relato que impone que ese pasado que anhelamos fue mejor. Mentiría si dijese que no me gustaría viajar en el tiempo o volar a la Argentina del pasado y escuchar a Charly García mientras llueve en Buenos Aires. El tiempo es inefable, pero la nostalgia también lo es.

El olvido del recuerdo es trágico. El alzheimer es la prueba de ello. ¿Por qué dejamos de recordar? ¿Qué ocurre en nuestro cerebro cuando aparece el olvido?  

Si observáramos las sinapsis neuronaesl, veríamos cómo las neuronas se comunican a través de la transmisión de neurotransmisores. En la sinapsis se origina la comunicación biológica que nos permite sentir, pensar, actuar, y recordar entre otras funciones. El alzheimer comienza en la sinapsis. Cuando las neuronas liberan sus neurotransmisores, también liberan un péptido conocido como β-amiloide. Normalmente, en el espacio para la sinapsis entre neurona y neurona este péptido es “barrido” por la microglía, unas células del sistema nervioso que protegen al cerebro de agresiones internas y externas. Con capacidad fagocítica propia, la microglía está especializada en la cicatrización de lesiones, la eliminación de células muertas y la limitación del daño tisular. La microglía recluta células inmunitarias y actúa como un nexo entre dichas células y el sistema nervioso. Parece ser que el alzheimer comienza cuando esta proteína denominada β-amiloide a se acumula en la hendidura sináptica, formando placas amiloides que se adhieren en este espacio entre neurona y neurona. Estas placas podrían describirse como el polvo que queda debajo de la alfombra: a simple vista, no es detectable. Sólo puede observarse con claridad a través de una prueba de tomografía por emisión de positrones (PET) puesto que no hay señales cognitivas que muestran un fallo en la acumulación de este péptido. Cuando Aβ alcanza su máxima concentración, la microglía actúa como una especie de limpiadora que se ha dado cuenta de toda la suciedad que hay debajo de la alfombra y, estresada, comienza a barrer. Las funciones inmunológicas se hiperactivan y comienzan a responder a través de la inflamación. Cuando hay sustancias nocivas dentro del cuerpo, el sistema inmune es un guerrero al que le cuesta discernir qué tiene que exterminar exactamente, llevándose por delante a las neuronas afectadas.

Uno de los aspectos que la neurociencia ha comprobado, es que el sueño es crucial para la memoria. En el caso del Alzheimer, una única noche sin dormir aumenta la concentración de Aβ. El sueño actúa como un reparador de la higiene cerebral. Cuando dormimos, se lleva a cabo una fase la cual permite una restauración psíquica pero además, hay una fase específica para la integración de experiencias emocionales y recuerdos. Tiene sentido que la ausencia del sueño genera cambios bioquímicos en la memoria.

Lo más difícil de prevenir la neurodegeneración que provoca el alzheimer, es que el diagnóstico se realiza demasiado tarde. La muerte celular es silenciosa y comienza con un ¿cómo se llamaba…?. Sin embargo, el alzheimer no es inevitable. Los seres humanos estamos hechos de recuerdos. Cuanto más ahondamos en la información que habita nuestra mente, más difícil es olvidarlo. En definitiva, cuando enfocamos nuestra atención en un aspecto que acabamos de conocer, tenemos la oportunidad de seguir ampliando el conocimiento que deriva de ello. Cuanto más se profundiza el conocimiento, las conexiones neuronales proliferan, de manera que las redes se fortalecen y se detiene el deterioro cognitivo. Cuando el olvido conquista a la memoria, el recuerdo desaparece. Pero ¿y si la exploración del recuerdo pudiera fortalecer la sinapsis que lo forman? Cuando escribo me acuerdo hay recuerdos que vuelven a aparecer, y si los describo, quedan cada vez más afianzados en mi memoria. Escribir me acuerdo no es sólo un ejercicio nostálgico, al igual que no lo es la escritura en sí misma, aunque la emoción es determinante en el acto de recordar. Abordar un recuerdo en profundidad, así como cualquier conocimiento que tenga un sentido emocional es una forma de volverse resiliente frente al deterioro cognitivo. Las emociones y sensaciones que dicho aprendizaje produce resultan cruciales en el recuerdo.

Cuando escribo me acuerdo siento una inevitable emoción que me recuerda que algo queda en mi memoria porque ha sido significativo. La memoria emocional, sigue viva. El recuerdo sigue vivo. Los hogares de la memoria están habitados por recuerdos que deben ser pulidos, escritos y conmemorados. Sólo muere aquello que se olvida. Acordarse es parte de revivir nuestras experiencias y darles refugio en el hogar de la memoria.

Bibliografía:

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Ashrafian, H., Zadeh, E. H., y Khan, R. H. (2021). Review on Alzheimer’s disease: Inhibition of amyloid beta and tau tangle formation. International journal of biological macromolecules, 167, 382–394.

Cohen, G. (1990). Why is it difficult to put names to faces?. British Journal of Psychology, 81(3), 287–297

Genova, L. (2021). Remember: The science of memory and the art of forgetting. Harmony.

Hassabis D.,  Kumaran D., Vann S. D. y Maguire E. A.  (2007). Patients with hippocampal Amnesia Cannot Imagine New Experiences.  Proceedings of the National Academy of Sciences, 104(5), 1726-1731.

Hustvedt, S. (2008). La mujer temblorosa o la historia de mis nervios. Barcelona: Seix Barral.

Magnus, A. (2002).  On memory and Recollection. En Mary Carruthers y Jan M. Ziolkowsky (Eds.), The Medieval Craft of Memory: An Anthology of Texts and Pictures (pp. 153-188). Filadelfia: University of Pennsylvania Press, 

Murphy, M. P., y LeVine, H. (2010). Alzheimer’s disease and the amyloid-beta peptide. Journal of Alzheimer’s disease, 19(1), 311–323

Quintana, C. (2020). Las hijas de la bruma. Círculo Rojo.

Victoria Ferro

Psicóloga en ciernes, amante del arte y persona sensible.

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