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Al 2025 solo le pido tiempo

Recuerdo cuando era una adolescente y llegaba la noche del 31. Nos sentábamos todos alrededor de la mesa, entorno a las ocho de la tarde para que nos diera tiempo de sobra a reposar la comida antes de las uvas, y nos dejábamos seducir, durante cuatro horas, por la lista interminable de recetas caseras que se sucedían ante nuestros ojos y nuestras bocas hambrientas. Durante ese tiempo, la conversación adquiría diversas tonalidades pero, antes de que sonaran las doce, la pregunta que se suspendía en el aire era siempre la misma: ¿qué le pides al nuevo año? Como si fuera un padrino mágico súper generoso que te pudiera conceder casi cualquier cosa. Entre las respuestas, una inmensa mayoría hacía alusión, año tras año, a los mismos anhelos: ponerse en forma, terminar la carrera, ganar más dinero, un gran viaje… A excepción de nuestros abuelos, que lo único que pedían era otro año más de salud. Deseos genéricos, sin planes concretos, que quedaban anotados en el imaginario con el mismo peso que una hoja que se desprende de la rama.

Me he acordado esta mañana de todo esto porque, por primera vez, estas Navidades apenas he recibido felicitaciones. Lo normal otros años era que, por estas fechas, el teléfono no dejara de sonar. Recuerdo que incluso, cuando no existía el WhatsApp y mi lista de conocidos era mucho más limitada, la noche del 31 era un aluvión continuo de mensajes. Lo curioso de todo es que yo tampoco he querido felicitar por teléfono a nadie este año y no ha sido asunto de pereza o desidia, sino una decisión deliberada y consciente. ¿A qué se debe este sentir colectivo?

Hace algunos días, Pantone, el Instituto del Color, ha seleccionado al Mocha Mousse como el color predilecto del año, haciendo alusión a su «aura de indulgencia reflexiva». Una tonalidad tostada, cálida, gustosa y caliente que lo primero que evoca es una sensación de calma y tranquilidad. El comité de expertos que se encuentra detrás de Pantone lo tiene claro: la sociedad necesita una pausa. «El regalo más valioso que puedes darte es tiempo contigo misma. Este año, no te quedes solo en propósitos o planes. Conéctate con las versiones de ti que están esperando ser desbloqueadas», escribía en su cuenta de Instagram @lady.meraki. Y no ha sido la única que ha reflexionado sobre este asunto. Mar Soler, de @minimalterra, manifestaba que «tal vez en este periodo necesitemos estar más presentes que nunca», mientras que Dani B. Reyna, de @unaidealista, sostenía que «la verdadera productividad es permitir que tus proyectos tomen el tiempo que vinieron a tomar».

Yo, desde luego, lo tengo claro: al 2025 lo único que le pido es tiempo. Quiero volver a reírme a carcajadas, recuperar la capacidad del asombro. Estoy cansada la mayor parte de los días, agotada incluso cuando duermo. Aburrirse se ha convertido en un extraño lujo, en un tesoro codiciado que, cuando se tiene, desenvuelve también un manto incorpóreo de culpa. Vivir sin miedo, cancelar planes sin remordimiento, volver a descansar gozoso. Tener tiempo. Ese es, en primer lugar, mi mayor anhelo para este año que llega.

Andrea Mateos

Periodista y escritora. Mujer híbrida, letras silvestres, lenguaje mestizo.

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