Las insoportablemente duras imágenes que Cruelty Free International sacó a la luz sobre el laboratorio de los horrores: Vivotecnia, de Madrid, ponen de nuevo sobre la mesa el debate sobre la experimentación animal.
La empresa en cuestión realiza análisis de seguridad y toxicidad de fármacos y de productos sanitarios, biocidas y de las industrias cosmética, química y agroquímica.
Las imágenes fueron grabadas por una extrabajadora de la empresa que avisó horrorizada, en vano, a sus superiores de la mala praxis de sus compañeros. Estuvo grabando durante dos años, hasta que abandonó el empleo, y el resultado son horas y horas escalofriantes de grabación y un informe de 70 páginas (ahora en manos de la Fiscalía de Medio Ambiente).
He sido incapaz de visualizar el total de imágenes que se han hecho públicas, pero invito a aquellas personas con coraje suficiente a que sean testigos de lo que está pasando.
Imágenes de una crueldad extrema, totalmente gratuita y deliberada. Monos, cerdos, perros, conejos, ratas y ratones a quienes se les aplican técnicas que les causan un dolor extremo y un sufrimiento totalmente innecesario: falta de anestesia, individuos desangrándose en el suelo entre humillaciones y abuso verbal de los empleados. Por no hablar de otros ejemplos de crueldad y total falta de “bienestar animal” como perros separados de sus compañeros, recintos totalmente inadecuados, falta de enriquecimiento ambiental, individuos mantenidos a oscuras sin espacios para el descanso o técnicas de manipulación inadecuadas para coger y sujetar a los animales, provocándoles así un sufrimiento mayor al necesario.
Y es que, a menudo, el sufrimiento de la experimentación animal está amparado ante la ley pero, aunque en este caso el laboratorio sí estaría violando las leyes españolas y europeas de protección de animales para fines científicos, no se trata de un caso aislado, sino la cara oculta de la falta de transparencia en la regulación de la experimentación animal.
A menudo se nos dice que no hay otra opción mejor para aumentar la calidad y la duración de las vidas humanas, para probar fármacos que salvarán la vida de las personas. Y yo, después de “semi-ver” estas imágenes no puedo sino preguntarme: ¿a qué precio? ¿Quiero formar parte de esta industria? ¿Tan merecedores somos de los beneficios que obtendremos? Bien es verdad que no me he visto en la situación de tener algún familiar enfermo de gravedad, ni lo he vivido en mi propia piel, pero sigo preguntándome: De ser así, ¿cambiaría lo mucho que rechazo esta metodología? Sinceramente, espero no comprobarlo, pero a raíz de este dilema, he investigado sobre la realidad de la experimentación animal.
¿Está justificada la experimentación animal?
Cada año, más de 115 millones de animales (únicamente contando vertebrados) son usados en la experimentación para, supuestamente, beneficiar a los humanos.
En 2017, España fue el 4º país con mayor número de animales sometidos a experimentación en la Unión Europea. Seres sintientes obligados a inhalar gases tóxicos, a quienes se les aplica sustancias corrosivas en piel y ojos, a quienes se les extirpa parte del cerebro, a quienes se les inyectan virus y tumores, etc. Supuestamente para aumentar la calidad y la duración de las vidas humanas. Sin embargo, si escarbamos un poco más profundo, pronto nos damos cuenta de que, en la mayoría de casos, este no es el objetivo perseguido. A menudo se trata de pruebas de impacto medioambiental de productos químicos, pruebas de seguridad de productos cosméticos o del hogar o bien para la investigación militar. Ante lo dicho, cabe preguntarnos si realmente existen razones éticas suficientes para rechazar estas prácticas que, obviamente, no estarían justificadas en seres humanos. Prácticas cuyo beneficio para los seres humanos es totalmente irrelevante o inexistente. Desde luego, a mi parecer, el sufrimiento animal debería privar ante el mínimo beneficio que obtenemos los humanos.
¿Y la experimentación que sí elimina dolencias graves?
Por supuesto sí existe una parte de la experimentación con animales que va destinada a poner fin a dolencias graves, aumentando la calidad y la duración de la vida humana. Ante lo que me pregunto: ¿es comparable el sufrimiento y la muerte de estos animales al beneficio que obtendríamos los humanos? Desde luego, aún no tengo una respuesta formada al respecto, pero cabe entonces preguntarse ¿qué alternativas existen?
La legislación en materia de experimentación animal se basa en el principio de las tres erres:
- El reemplazo: la utilización de otras alternativas siempre que sea posible.
- La reducción: el uso del menor número de animales.
- El refinamiento: el trato con la menor crueldad posible.
No voy a entrar en si realmente esta legislación se controla o no, desde luego, hay casos como el de Vivotecnia que demuestran que no.
Lo cierto es que no tenemos en absoluto una garantía de que el éxito en los resultados de ensayos con animales se pueda extrapolar al éxito en humanos. De hecho, solo en Estados Unidos, el 96% de los fármacos que superaron sus ensayos con animales fallaron en los ensayos con humanos, ya fuera por su ineficacia, sus resultados dañinos o ambos. Con lo cual podemos llegar a dos conclusiones:
- Las personas que participan en los ensayos de estos medicamentos, tras haber sido testados en animales, así como los consumidores, quedan expuestos a recibir esos daños que no han sido detectados en la fase previa.
- Por otro lado, se dejan de desarrollar tratamientos que podrían resultar beneficiosos para los humanos, pero que no lo fueron en animales. Resulta que es el caso de la aspirina, que aunque resulta dañina, e incluso letal, para animales, no lo es para los humanos.
¿Existen alternativas a la experimentación animal?
Existen alternativas para la gran mayoría de casos de experimentación animal, ya sea mediante el uso de cultivos celulares y de tejidos, el uso de modelos de órganos o modelos computacionales, etc.
El gran problema reside en que por cada euro que se invierte en la promoción de métodos alternativos, se emplean varios miles en la promoción de la experimentación con animales:
- Suecia invierte 1,4 millones anuales en promocionar alternativas a la experimentación animal.
- Finlandia 250.000 euros anuales.
- Alemania 500.000 euros anuales.
- Bélgica un millón de euros anuales.
- Reino Unido 2,5 millones de euros anuales.
- España 0 €
¿Y porqué no hay prisa? Si vemos el ejemplo de los ensayos de animales con los productos cosméticos observamos que la Unión Europea prohibió en 2009 que se testaran en animales los productos cosméticos acabados, en 2010 entró en vigor la prohibición del ensayo de los ingredientes. Por tanto, se tomó la decisión de que, aunque no existía alternativa, se prohibiera el uso de animales para que no hubiese más remedio que desarrollar procedimientos alternativos para poder evaluar los productos. ¿El resultado? La industria cosmética ha gastado una gran cantidad de dinero en ello. ¿Debería la Unión Europea empezar a establecer YA los plazos para poner fin a la experimentación animal? Yo desde luego soy partidaria del sí porque, por más vueltas que le de, los daños que estos individuos, sintientes, padecen, simplemente por no pertenecer a la especie humana, me parecen del todo escalofriantes.