No sé cuántas veces habrás escuchado aquello de que “hay que aprender a vivir el día a día”, pero yo por lo menos incontables veces. Es una de las formas que adopta el famoso ‘carpe diem’, ¿verdad?
No sé tú, pero a mí me ha costado bastante entenderlo. Más que nada, porque me parecía contradictorio con el mensaje también repetido hasta la saciedad: “planifícate, mira con perspectiva, ponte metas, no mires todo con visión a corto plazo porque cada paso contará para llegar a objetivos trascendentales” . De semanas, meses, años o décadas. Me ha costado mucho entender (perdón por mi flemática capacidad de deducción) que estas dos visiones pueden ser compatibles.
Aunque la comprensión de la idea ha sido metida casi con calzador porque es ahora cuando nos vemos obligados a implementar esta forma de vida por narices. Ahora, que literalmente mañana puede cambiar el mundo, no puedes hacer planes a muy largo plazo. Te toca vivir el día a día. Te toca darle sentido a cada hora del día. Te toca decidir las pocas horas de libertad que tienes y las pocas personas con las que puedes disfrutar de ellas.
Porque es ahora cuando más sentido cobra la frase “vivir al día”
Porque ahora entiendo también esa expresión que reza “cada paso cuenta”. Porque ahora, más que nunca, es verdad eso que dicen de que “cada día cuenta”. Porque, a pesar de que nos parezca que no estamos viviendo nada, que es una época vacía en nuestra vida, estamos creando los recuerdos que tendremos en el futuro.
Así que no dejes tus ganas de hacer, y sobre todo vivir, para “los días mejores que vendrán”, sino que debemos de llegar a entender que el día de hoy no será igual que el de mañana.