Desde ti hasta mí…
A unos les da por beber, a otros por comer compulsivamente, a otros por morderse las uñas, y a otros por comprobar ochocientas veces consecutivas si han dejado el coche bien cerrado (de estos últimos me fío muy poquito…).
Y a mí… A mí me da por devorar textos jurídicos (el derecho, mi vocación), por bailar (una de mis pasiones) o por escribir (mi vocación-pasión), cuando algo me vuelve loca. O alguien…
Hace escasos años estuve pateándome la ciudad de Sissi. Esa Viena Imperial maravillosa. Soy más de países nevados, fríos, lluviosos, congelados, pero de corazones calientes, o, vamos al polo opuesto, de los que directamente suenan a aventura amazónica, salsa hasta el amanecer, y ron con mucha vitamina, mucha playa virgen y mucha sabrosura.
Como buena sagitario (tonterías las justas y aparte), hago honor a esa dulce mezcla y bonita simbiosis entre lo racional y lo pasional, lo frío y lo caliente, lo animal y lo humano, con un juego de equilibrios que a veces cuesta mantener y que otras, cuando mi yin y mi yang se ponen de acuerdo, lo consigo hilando fino con mil y una estrategias en las que estoy entrenada, hasta que la buena puntería me hace conseguir el resultado esperado.
Pues como iba diciendo, Viena me cautivó ¡Canela fina! Desde que puse un pie en Österreich (lo del alemán lo he llevado nefastamente mal) a mi me gritaba “¡Víveme!” y lo le respondía “¡A topeee!”… Y me volvía loca cada rincón, cada calle, cada palacio, cada monumento, cada detalle, cada aliento, cada bocanada de su aire, cada gota de su lluvia, cada impactante historia que atravesaba y me contaban, cada testigo de ese gran imperio que fue, cada instante y cada segundo, cada sabor y cada aroma, cada sensación, cada emoción… Porque de emociones estuve rebosante. Rebosantemente loca y encantada…
Y tuve que escribir. No podía devorar textos jurídicos porque no viajaron conmigo, y los que podía conseguir en alemán, poco o nada saciarían mi ímpetu más allá de ponerlos ante mis ojos y hacer el paripé como la que me quedaba con la copla. Tampoco podía bailar porque salsear o kizombear por las calles de Viena igual me podría conducir directamente y de modo poco recomendable, al bonito Palacio de Justicia que, cómo no, me empeñé en conocer. Quizás sí podría haber solucionado el hambre de mis impulsos bailando un vals, pero, francamente, no me seduce demasiado.
Así que me quedaba escribir. Y además me venía de perlas en unos días en los que también pretendía meditar sobre ciertas importantes decisiones que debía tomar de modo inminente a mi vuelta a España.
Y así lo hice.
Escribí con esa dosis justa de locura que para ello necesito, por algo y además por alguien. Una última noche en Viena, llena de insomnio, magia a borbotones, e inspiración provocada, hicieron el resto. Y así pude pintar pensamientos, sensaciones, vivencias, emociones, músicas que componía mi propia alma, detrás de unos sentimientos a dueto, sincronizados.
Así surgieron varios textos cortitos, cargados de mucho corazón sin partir, de mucho salto y de mucho vuelo, de mucha capa de héroe y de mucho olfato certero, de mucha intuición confirmada, de mucha voz con melodía y de mucha vida en vivo y en directo, de mucha alma al descubierto, de mucho arte que allí tenía aquel firmamento. Y así surgieron mis “Retales de Viena”.
Plasmo aquí y ahora uno de tantos, uno chiquito pero grande a la vez, inmenso en mí. Sentido, vivido… Uno de esa bonita colección que atesoro y guardo, y con la que, alguna vez quizás, construya el resto de una bonita historia y de un precioso proyecto:
“Me cura ser fiel a mí misma.
Me cura mi mar salá… Azul.
Me cura tu sudor… Mágico.
Me curan mis lágrimas, esas que sabes recorrer hasta que desembocan en ti…
Y me curas cuando formo parte de tu mejor canción ilusionada, vital, etérea, arriesgada… “
(Retales de Viena, 11 de Abril de 2016)
Y bueno… De Viena volví a España con mi maleta llena de experiencias, con un deseo indeleble de volver, con muchos retales escritos en mi papel y en mi piel, con más sueños que cumplir, de esos realizables, y con mi decisión bien tomada.
Que las cosas se hacen con ganas… Como querer, como reír, como despeinarse, como vivir, como apostar por quien sabe poner magia en mi existencia…
¡Aplícate el cuento!
Bis bald, Wien!
Viele Grüße