La historia que os voy a contar a continuación afectó a una persona muy cercana en mi vida, ella ha decidido mantenerse bajo el anonimato. Se trata de una mujer valiente que un día decidió irrumpir su embarazo, bajo su experiencia, nos relata el momento en el que decidió abortar. El objetivo de contar esta vivencia está en poder ayudar a otras mujeres que se encuentren en una situación similar, y de esta forma, demostrar el estigma social que causa el aborto.
Me di cuenta de que estaba embarazada desde los primeros síntomas que invadieron mi cuerpo. Era la primera vez que la regla me fallaba tantos días, tengo pareja estable desde hace varios años, y desde entonces no he dejado de tomarme la pastilla anticonceptiva.
“El test dio positivo y mi vida dio un giro de 180 grados”
Inmediatamente se lo comenté a mi madre, quien se encargó de comprarme un test de embarazo. Tengo 22 años, trabajo de camarera a tiempo completo, a la vez que estudio para técnica auxiliar de veterinaria. Hasta el momento, no me había planteado ser madre, pero el test dio positivo y mi vida dio un giro de 180 grados.
Estaba decidida de que si alguna vez me sucedía lo interrumpiría. Esa misma noche se lo conté a mi pareja, tras una intensa conversación le pregunté si lo querría tener o no, ya que esto es una decisión SOLO DE DOS. Su respuesta fue directa: “no es nuestro momento”. De repente todo se hizo más fácil. Habrá que esperar a que termine mis estudios, para así tener tiempo y dinero suficiente, ya que ambos nos dedicamos a la hostelería.
Fueron pasando los días y el malestar en mi cuerpo no paraba de recordarme que estaba embarazada. No podía más, la ansiedad, mareos, dolor, náuseas, llegaron hasta el punto de decir, ¡BASTA! Hubo un momento en el que pensé en tenerlo, o incluso plantearme si mi pareja en realidad me quería o no por rechazar un hijo mío. Esto último pasó a raíz de las cosas que te pueden llegar a decir tus padres u otras personas que también son importantes para ti y que quieres, pero que en realidad no viven tu relación día a día y que no te ayudan en nada.
“Nadie puede decidir tu vida ni vivirla, solo tú”
El día anterior a mi cita con el médico no era yo, estaba totalmente ida, había discutido con mi madre por el tema, me decía que era responsabilidad mía y de él. Llegó a acusar a mi pareja como “mala persona”, que no me quería porque no se hacía responsable del bebé o por no querer seguir adelante con el embarazo. Cuando la decisión de no tenerlo la había tomado yo misma desde el primer momento.
De camino a casa, tras salir del trabajo a las 23:00 horas, inmovilicé el coche en una parada de autobús para enseguida llamar a una de mis mejores amigas, a la que siempre llamo cuando tengo un problema (siempre es bueno tener a alguien ajeno a tu círculo familiar porque ve las cosas desde fuera y te puede ayudar). Tenía un ataque de ansiedad, lloraba sin parar y ella lo único que quería era que yo me relajara porque sino iba a estar peor y me podría causar problemas al día siguiente. Lo primero que me dijo fue: “Nadie puede decidir tu vida ni vivirla, solo tú. Si te equivocas ya te darás cuenta tú sola, porque al fin y al cabo la vida es aprender”. Lo que consiguió tranquilizarme y lograr dormir toda la noche junto a mi novio.
Al día siguiente me desperté para ir a la clínica, era la primera cita en pasar, llegué nerviosa, pero sabía que iba a salir bien. Al cabo de unos minutos iban llegando varias mujeres acompañadas de otras mujeres o de sus parejas. Hubo una mujer que le preguntaba a otra si era su primera vez, esta respondió “sí”, mientras ella con toda naturalizar aseguraba ser su segunda y que eso era un proceso muy rápido del que no pasaba nada. En ese momento me sentí bastante incómoda porque para mí no era algo tan natural como lo pintaba.
Antes de entrar a quirófano me vieron cuatro médicos, dos de ellos varones y dos mujeres, al parecer yo era la paciente más joven de las que estaban allí, el resto eran señoras de unos 30 años o más. Lo primero que me hizo el primer médico al entrar fue recomendarme métodos anticonceptivos más efectivos que las pastillas que me estaba tomando, me trató con mucha suavidad y habló conmigo muy bien. La siguiente fue una enfermera encargada de hacerme la ecografía y tomarme la tensión, ella también me trató muy bien y me ayudó mucho a tranquilizarme. El siguiente médico también me aconsejó, me ayudó, hizo que entrara mi pareja para aconsejarnos a los dos, él fue quien hizo que mis nervios desaparecieran. Nos hizo entender que somos seres humanos que nos podemos equivocar y que por suerte existen métodos para remediarlo, ya que yo era muy joven aún. También me dijo que era muy bueno que hubiera tomado la decisión tan pronto porque eso era muy bueno para mí, pues no me afectaría tanto y para ellos sería más fácil. De nuevo, nos recomendó métodos anticonceptivos para ambos.
La última doctora que me vio se encargaba de rellenar mi historial y un par de papeles, me aconsejó también otros métodos anticonceptivos, me entendió y me ayudo a seguir adelante. A continuación, me puso al corriente de todos los cuidados que debía tener después e incluso me recetó medicamentos para el dolor y protegerme de las infecciones.
Una vez en quirófano, las enfermeras me ofrecieron un trato espléndido, fueron muy amables ayudándome cambiar de ropa y preparándome para la intervención. Recuerdo las palabras de una de las enfermeras: “hasta que no estés cómoda no empezaremos”. Me pusieron la anestesia general y ya no recuerdo nada más hasta que me desperté.
Cuando desperté, sentí dolor (obviamente), pero me desperté llorando muy fuerte. Es un sentimiento que no puedo llegar a describir, creo que mi cuerpo se relajó por completo después de toda la tensión que había tenido durante esos días. Solo quería llorar y llorar y ver a mi pareja. Necesitaba un abrazo, un apoyo. Las mujeres que estaban ahí tanto enfermeras como pacientes me ayudaron mucho, me decían que ya había pasado todo, que estuviera tranquila y me relajara. Me ayudaron a levantarme y a salir.
Cuando salí, volví a llorar de nuevo porque aún sentía que debía hacerlo. Los médicos te aconsejan que lo hagas porque así te desahogas y no es bueno tenerlo dentro. Cuando me calmé pude ver a mi novio, quien no salió en ningún momento de la sala de espera. Pasamos a la salida y ahí fue donde lloré por última vez. Sentí su abrazo cálido. Todos se despidieron de mi con una sonrisa. Noté que él estaba nervioso y sumamente triste. Temblaba y le castañeaban los dientes, así que dejé que se tranquilizara.
“Todos somos humanos y nos equivocamos”
Creo que la gran mayoría de personas no son conscientes de lo que en realidad estás evitando al hacerlo, fue solo un error capaz de ser remediado. Hasta el momento que puedas mejorar tu vida o la calidad de ella, para dar la vida a un ser nacido fruto del amor y el deseo de crear una familia. Ese bebé se merece una buena vida y que no le falte de nada, sobre todo la compañía de sus padres, las horas y días que realmente necesita.
No somos consientes del horror que te pintan antes de entrar a la clínica cuando en realidad (por lo menos en mi caso) nadie te juzga y solo se preocupan de que salgas bien de ahí sin ninguna complicación, y es que debería de ser así en todos los sitios.
No somos consientes de que se necesita gente que esté preparada psicológicamente para atender a mujeres que lo necesitan, que en ese momento no necesitan que se les haga una cruz en la cara o que se las mire mal por intentar enmendar un error, porque es un error y TODOS SOMOS HUMANOS Y NOS EQUIVOCAMOS.
Las familias no son consientes de la repercusión psicológica que le pueden causar a sus hijos porque se ocupan de buscar culpables y no soluciones. Se ocupan de que intenten aprender a las malas en un momento en el que eso está de más.
No somos consientes del apoyo que necesita una mujer, independiente de la edad que tenga, para seguir adelante y saber qué hacer. Por su vida, porque al final la única responsable es de ella, la que lleva la barriga durante 9 meses y la que se tendrá que buscar la vida para alimentarle después y hacerlo feliz. Se necesita apoyo y mucha comprensión y no que nos tachen o que nos hagan las cosas más difíciles para que aprendamos.
No somos consientes de que es una decisión de dos, que no se puede obligar a una mujer a ser madre ni a un hombre ser padre. Debemos tener la libertad ya seamos hombres o mujeres para decidir.
No somos consientes de la falta de información que hay y de los vídeos horribles que circulan por las redes sobre el aborto. No saben el daño que hacen a la sociedad.
“Ojalá alguien me lo hubiera contado para poder tranquilizarme un poco más”
No somos consientes del miedo que pasa un hombre ante un aborto, de los daños que le puede causar emocionalmente, porque socialmente también se le hace sentir culpable muchas veces de ello y se le tacha como mal hombre o les dicen que no te quieren cuando en realidad lo que quiere es que vivas y que seas madre cuando estés preparada. Ellos también se sienten mal y sienten miedo al ver que la persona a la que aman la están metiendo en un quirófano y que saldrá de ahí con dolores o sangrados. También sienten lo que nosotras sentimos o peor porque también la sociedad los ha tachado como que tienen que ser fuertes y esconderse sus emociones, sus lágrimas y sus temores.
Ahora mismo estoy acostada en mi cama, he abortado hoy a las 10 de la mañana aproximadamente, tengo algo de dolor, pero estoy bien. Pensando en cómo nos han pintado esta realidad, de una forma tan cruel, cuando es absolutamente todo lo contrario. Estoy bien y tranquila porque sé que he hecho bien por mi vida, por mí, porque puedo tomar mis propias decisiones. Cuando sea madre lo voy a disfrutar más que nunca porque ahí si estaré preparada y lo viviré más que nunca. Decidí escribir esto porque sé que ayudará mucho a otras mujeres que están viviendo la misma situación. Ojalá alguien me lo hubiera contado para poder tranquilizarme un poco más.