Érase una vez un príncipe, que estaba dispuesto a morir por ir a rescatar a la princesa de la torre en la que una malvada bruja la tenía amarrada. Arriesgó su vida y, gracias a su esfuerzo, logró llegar a ella. Cuando la vio, su corazón se detuvo y supo que había encontrado su gran amor. Escaparon y fueron felices para siempre…
Malditos los cuentos que marcaron mi infancia haciéndome creer que algún día vendría un príncipe, no a rescatarme (soy bastante hábil en la técnica del escape) sino a mirarme a los ojos y a jurarme amor eterno. Pues mis 42 años de vida y una aceptable lista de experiencias después, me lo deja claro.
No nací para este mundo, emocionalmente hablando, ya que durante mucho tiempo estuve segura de que la gente te trata como los trates tú. Estaba segura de que si te miraban a los ojos y te decían que te amaban era cierto, estaba segura de que podías confiar y de que amar era darse a la otra persona, trabajar en los detalles, darle palabras de ánimo, apoyarle etc… Creo que el título de este artículo te da una pista sobre lo que creo ahora y todo el proceso interno, que aún no terminó, pero que claramente defiendo para sufrir la metamorfosis y mandar las emociones al carajo y así blindar tu corazón.
Sé que algunas y/o algunos de los que lean esto dirán: “Ella habla así porque la han tratado mal, pero el amor sí existe”. Otros dirán, que hablo así porque estoy dolida con alguna relación reciente; y alguien más podría comentar, que tardé mucho en darme cuenta. A todos les digo “ESTÁN EN LO CORRECTO”.
Las relaciones no suelen ser la mejor área de desempeño para muchas personas, más en la época que vivimos en las que abundan apps para todo y la sinceridad de las personas se pierde entre las grietas.
No he dominado la técnica de las cabronas, pero creo que todo comienza por enamorarse de uno mismo y nada más, al final es un sentimiento sobrevaluado.
Y que conste que no estoy diciendo que no hay que dejarse querer, nada de eso impide que el chico te bese los pies, pero TÚ no caigas detrás de él. Tal vez tengas suerte y encuentres a algunos de esos raros ejemplos de amor de cuento, pero para el restante 99% tomad mi consejo. Ojalá lo hubiera entendido antes, me hubiera ahorrado algunos minutos frente al espejo ocultando ojeras, aunque esa necesidad me ayudó a aprender más rápidamente el uso adecuado del maquillaje.