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“Es una zorra, me ha robado a mi marido”

No hay nada más gratificante que escuchar las conversaciones de la gente en el bus. Es un espejo de la sociedad en la que vivimos. La frase que escuché era contundente y por desgracia me resultaba  familiar. Aquella mujer que iba conversando con su amiga decía: ” Es una zorra, me ha robado a mi marido”.

Como si su marido fuera de su posesión, como si fuera un ser vulnerable e indefenso que comete infidelidades sin saber lo que hace.

¡Ya basta! Dejemos de señalar a los amantes, el culpable es el que no cumple con su palabra y decide vivir una relación oculta porque quizás encuentra carencias en su pareja o simplemente le incomoda la monogamia. 

Tras escuchar aquella frase mi mente me reconducía a un mensaje que recibí hace no mucho de una mujer que estaba saliendo con un hombre con el que yo también mantenía relaciones sexuales.

Por aquel entonces, sabía que era la amante y aquel papel no me removía la conciencia, me sentía cómoda, no tenía que aguantar a su familia política y hacer cosas por compromiso.

Al principio aquel hombre seductor y corpulento me decía que no estaba con nadie, pero tras pasar un mes me di cuenta que sus actitudes le delataban, me escribía entre semana casualmente en sus horas de trabajo y los fines de semana por arte de magia desaparecía.

Cuando pasó un mes se sinceró y me dijo que estaba con una mujer con la que la rutina se había apoderado de su relación, pero que la seguía queriendo y no sabía cómo acabar con ella. No le juzgué, tampoco me sorprendía su argumento, simplemente le dije que no era responsabilidad mía, que era su decisión. Seguimos quedando a escondidas, éramos amantes y además amigos, nos habíamos sincerado y aquella honestidad nos unió aún más. Lo oculto y prohibido se vuelve adictivo y engancha más que lo visible.

Pero esa situación dejó de ser tan bonita cuando recibí un mensaje con palabras similares a las que pronunció aquella mujer del bus, aquel mensaje decía : “Eres una zorra, me has robado a mi novio”. Sus palabras no me conmovían ni me veía con la responsabilidad de dar explicaciones. Tampoco sentía miedo, a fin de cuentas sabía que no era culpable.

Ella no recibió respuesta, no quería guerras, pero se lo comenté a él, le dije que era el momento de dar explicaciones y no hacer que su actitud desleal recaiga sobre mí y dañe a otra persona.

Al final cortó aquella relación y yo decidí cortar la mía con él, no estaba enamorada, solo enganchada a aquella situación adictiva y clandestina que ya  se había corrompido.

Pasaron los meses, y ella decidió contactar conmigo, quedamos a tomar un café y hablamos de lo sucedido. Y es en ese preciso momento cuando descubrí que la sororidad es la mayor expresión de la empatía. A día de hoy, mantenemos una relación cercana y nos reímos diciendo: “Las verdaderas amigas lo comparten todo, hasta los novios“.

Macarena Arnás

Escritora y psicografóloga. Inquieta e inconformista por naturaleza.

2 Comentarios
  1. 😂😂😂😂 genial… aún así ya te vale.
    Yo no me comparto con nadie y menos compartir la pareja… así que volare!!

    No somos sueños de nadie, pero tampoco estoy abierto a compartir a alguien a quien quiero.

    Fin

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