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25N: La igualdad como esperanza

Seguimos viviendo bajo el genocidio social de la violencia de género. El sujeto alfa domina e impone su voluntad sobre el sujeto más dócil. La ley del fuerte impera sobre el débil, el que es emocionalmente más sensible. Son tiempos de oscuridad donde el amor sin pedir nada a cambio está en desuso, todo lo que se hace busca un beneficio propio rápido y fugaz. 

Me pregunto si el amor verdadero existe o es sólo producto de mi imaginación. El dar sin recibir nada a cambio no vale porque lo que importa socialmente es la cantidad de dinero o beneficio personal que puedes ofrecer o ganar a cambio de una relación ya sea de amistad, pareja, familiar. Toda gira en torno a un papel que es ficticio, que es lo establecido socialmente por el sistema en el que nos encontramos inmersos. Todo se compra y con esto quiero indicar que es normal que la violencia esté al orden del día. Siempre existirá una persona que por esas ansias de poder o para superar sus complejos interiores controlará tu vida. 

A todo esto, sumamos el patriarcado en el que seguimos inmersos y ya tenemos el caldo de cultivo para avivar al monstruo que cada uno llevamos dentro. 

La ayuda no es gratuita, el vil color del billete es lo que prima, todo se hace por interés propio, por ansia de poseer o de no perder nada en el cambio. 

A gran parte de la sociedad lo único que le interesa es el dinero y poder, tener una buena casa, un trabajo y un cochazo como proyección de la felicidad del capitalismo en el que estamos inmersos. 

A los sistemas sociales sólo les interesa la proyección de que existe ese fenómeno, pero no se involucran al cien por cien porque el peso del número de votos no es suficiente. 

En esta situación, quiero deciros, queridas lectoras, que hace cuatro años que me separé de mi agresor y sigo dando tumbos por esta vida e intentando sacar valor ante las adversidades que se me presentan en esta sociedad, que son muchas. Y otro día, os hablare de la violencia vicaria que padezco todos los días sobre mis hijos.

Lo único positivo que encuentro es que ahora podemos hablar de ello y gritarlo en público, cosa que antes teníamos que taparlo de puertas para dentro.

Ya no está en la sombra, sino que gracias a mis hermanas, aquellas que se atreven a hacerlo público, somos más las que damos testimonio sobré esta lacra social que existe y de la cual, nuestros hijos, no están libres y a ello me remito con las últimas estadísticas sobre violencia de género realizadas por la Mutua Madrileña junto con A3 Media a finales de noviembre del 2022, donde llegan a la conclusión que los jóvenes de 18 a 21 años son los más tolerantes con ciertas conductas asociadas al maltrato. 

Ya que, según ese macroestudio, casi el 20% de la franja de edad de 18 a 21 años, no creen que golpear a su pareja tras una discusión, insultarla o controlarle el móvil sea violencia de género. Con esto quiero reivindicar como año tras año que algo estamos haciendo mal. No podemos echar todas las culpas al sistema cuando dentro de las unidades familiares ya sean monoparentales o parentales no estamos educando a nuestros hijos sobre ello. 

El pánico que me entra es que cabe la posibilidad de que quizás la violencia de género esté más instaurada de puertas para dentro de lo que pensamos. En muchos casos, la conducta social de los hijos es reflejo de lo que han aprendido dentro de casa. 

A la conclusión que llego este año, es que como madres tenemos el maravilloso papel de educar a nuestros hijos o sobrinos en la igualdad. Si existe algún día la igualdad, la violencia ya no tendría sentido. 

Hermanos y hermanas poned de moda el dad sin recibir nada a cambio, el amor en términos aristotélicos. El rico es el que da y regala sin pedir nada a cambio, el que aprende, porque el individuo con conocimiento jamás podrá hacer el mal. Cambiemos nuestra filosofía de vida y dar más significado a compartir momentos con la gente que nos apoya sin condiciones, a las que nos quieren de verdad, sin pedirnos nada a cambio porque el amor y el cariño no se compra con dinero.

Yolanda Moreno

Pintora y arqueóloga de las emociones. Mediadora en arteterapia.

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