El colectivo está repleto de almas de domingo y yo soy una de ellas. Esta ciudad me atraviesa y es por eso que vivo en el poema, las palabras chocan y se abren como en una canción, se convierten en un pedazo de destrucción que me fragmenta y vuelve a unir. Saboreo los versos como si fuera crema de pistacho y lo termino como el último trago amargo y frío del cortado. En su finalidad, escribo cuando siento para poder seguir viviendo.
Por eso vuelvo al poema cuando me desconozco.
Nunca me había preguntado por que me gustan tantos los recitales, solo sé que me hacen sentir viva, me pierdo en el ritmo, en el pogo, en las luces y el artista. Luego me encuentro en la inmediatez del momento, en esa canción que hace que el mundo duela un poco menos. Mientras se va la última canción de la noche siento la electricidad que otorga la sintonía, tantas voces en unísono, el rocío y el viento cumpliendo su rol, siento aquello que fluye del oído al corazón, el micrófono emitiendo su último sonido y el clímax de la noche con sus luces y papelitos llega al fin.
Por eso vuelvo a la música cuando me desconozco.
Hace tanto que no pido un cortado que me he olvidado si me gusta en jarrita o pocillo, cuando el mozo me preguntó quedé roja de vergüenza. Hace tanto que no me sentaba en una librería a leer poemas, tomar inspiración y escribir a mano alzada. Hoy tenía los ojos muy tristes y mi madre a la distancia me dijo que vaya a lo conocido, que vaya al Ateneo, no al que iba con mi abuelo en la 25 de Mayo, pues me queda a 1200 kilómetros, pero el de capital es igual de bueno. Que casualidad que cuando escribo es 25 de mayo, la depresión de este domingo proviene de la falta de locro en el almuerzo y de actividades en mi agenda. Nunca me imaginé que extrañaría llevar la olla caliente en mi regazo y comer en familia. Nuevamente me veo inundada de nostalgia.
Por eso vuelvo al Ateneo cuando me desconozco.
Cuando veo la vista de mi nueva ventana pienso en que quiero robarme la belleza de mi barrio, dejar el tiempo de lado, pasear por los árboles conocidos y darme un momento para apreciar Tucumán. A veces me siento patria y otras veces una extraña. En ese paisaje de la ventana escondí mis penas y las quiero recuperar, atesorar, necesito que vuelvan a ser mías, olvidarme de las nuevas.
Por eso vuelvo a mi provincia cuando me desconozco.
Todo el tiempo quiero atravesar el espejo y volver a mi niñez aunque sea unos instantes. Me cansé de rellenar silencios mientras vacío mi corazón, así pues, dejo tirada la toalla y me contemplo desde el balcón. No se quien me mira ni a quien miro. No se quien soy ni quien voy a ser. No sé que quiero hacer ni qué debería sentir. Ante la incertidumbre siempre respondo de la misma manera, escribiendo.
Por eso, escribiendo vuelvo en mí cada vez que me desconozco.