Ella colecciona decepciones como si fuera fan del desencanto.
Se promete que no, que nunca más va a escuchar ese canto de sirenas. Se dice que no va a creer de nuevo en la canción feroz que está al acecho, pero le gana la ilusión y da por hecho que a cada fiasco le sigue su relevo. Piensa que terminó, que está completa esa lista de puros desengaños…
Aunque en el fondo sabe, ha aprendido (le han enseñado mal, año tras año, aquellos que han herido su alma terca), que toda colección siempre es abierta.