Hay un elefante en la habitación. Lo veo. Pero no te digo que lo veo.
Asumo que también lo ves. Pero no me dices que lo ves.
No hablamos de ello. Pienso que tal vez solo yo lo veo. Intento entonces ignorarlo. No puedo.
Pretendo esconderlo debajo de la alfombra, pero me resulta imposible. Es demasiado grande.
¿Acaso no lo notas?
Me convenzo de que no lo ves. Dudo entonces de mi cordura.
Pero lo siento… aun cuando finjo que no está ahí. Hace ruido. Ocupa espacio.
Ahora lo se. No hay duda. Hay un elefante en la habitación.
Y lo vemos. Solo que pretendemos que no existe.
Porque una vez que lo nombremos… no sabremos qué hacer con él.
Todos lo hemos vivido alguna vez, esos temas evidentes y a la vez innombrables; aquello que mientras más evadimos, más alimentamos.
¿Cuál es ese elefante en la habitación que está presente en tu vida hoy? ¿Es en tu relación de pareja, o en alguna relación de amistad, familiar o laboral? ¿O tal vez es algo que tiene que ver solo contigo y lo que ocurre en tu interior?
¿Qué eso que ves y no quieres nombrar? ¿Qué te imaginas que pasaría si nombras el elefante, si lo haces evidente, si dejas de intentar esconderlo bajo la alfombra?
¿Quién eres cuando no sabes que hacer con el elefante? ¿Quién eres cuando no quieres enfrentar? ¿Te sigue siendo útil ignorar ese tema que es del tamaño de un elefante y que pretendes no verlo? ¿Qué emoción aparece en ti?
Lo cierto es que hay ocasiones en las que el elefante permanece mucho tiempo en la habitación, a veces por comodidad, otras por miedo, otras por incertidumbre. El primer paso es reconocer que está, y poder nombrarlo por lo menos para ti, y a partir de ahí, elegir conscientemente…
“Este elefante necesita ser nombrado y analizado para ver cómo lo sacamos de la habitación”.
O “este elefante estorba, pero elegimos que se quede. Y trabajaremos para elegir cómo queremos vivir con él”.
O “este elefante no me atrevo ni a nombrarlo ante otros, aunque se que los demás lo ven, trabajaré primero en mi y en lo que me pasa con esto”.
Te dejo esas preguntas, y me voy despacio, para no despertar al elefante…no sea que tenga el sueño ligero.
