Estamos en el primer mes del año…
¿Te entusiasma?
¿Te agobia?
¿Te motiva?
En el mejor de los casos, enero es para muchos, un momento de desear hacer cambio de hábitos o instalar nuevos, ya sean de alimentación, de ejercicio, de productividad, de aprender algo nuevo, etc., y esto es válido e incluso aplaudible, el problema surge cuando seguimos haciendo lo mismo esperando tener resultados nuevos.
Con nuestros deseos de cambio en la mente, nos topamos con la frase “Conviértete en tu mejor versión”, y podemos elegir pagar algún curso, método, programa, o lo que nos ofrezcan para alcanzar esa maravillosa mejor versión que nos prometen. Tomar estos programas será algo que sume a tu vida si va alineado a tus valores y va de acuerdo a tu esencia, sin embargo, esta frase quedará retumbando en la mente: “Tu mejor versión…”
La frase es bonita al punto de que la pronuncio y siento que salen brillos de mi boca:
“Mi mejor versión”
Suena tentador convertirnos en nuestra mejor versión. Pero ¿qué es en realidad? ¿En qué momento te conviertes en ella?
Podríamos hablar de la mejor versión como una utopía si se toma como la concepción de que las personas pueden alcanzar un estado ideal y eterno de perfección. Pero no olvidemos que la naturaleza del ser humano es la imperfección, tanto física, como psicológica, o social, y que la búsqueda constante e interminables de la versión perfecta se puede convertir en un sueño irrealizable, algo agotador y frustrante.
¿Será la mejor versión acaso una falacia? El concepto es persuasivo, aunque realmente subjetivo y poco tangible, algo que podría volverse una meta inconsistente. Algo en lo que no nos convertimos porque una vez que mejoremos un aspecto ya estaremos deseando más. Pensar que la mejor versión la podemos construir de forma tangible y progresiva es una falacia, no es verdad, el crecimiento y el progreso personal no es algo lineal, pues el ser humano está sujeto a
contextos cambiantes, influencias externas y la inevitabilidad de los altibajos emocionales y existenciales.
No todo cambio es positivo ni mejora la calidad de vida, y lo que puede considerarse una mejora en un momento dado, puede verse como un retroceso más tarde.
De esta manera, la promesa de un “yo mejorado” se desmorona cuando nos enfrentamos a la complejidad de la vida, donde el equilibrio y la aceptación de la imperfección parecen ser más realistas que la construcción de una perfección
inalcanzable.
Cierto es que nos hace bien estar en constante crecimiento, pero cuidado con que mejorar continuamente se convierta en una autoexigencia que genere frustración, sentimiento de fracaso o hasta ansiedad, cuidado con vivir la sensación de no ser nunca lo suficientemente buenos.
Si te gusta el concepto dale tu propia interpretación realista, alinea la mejor versión a metas reales, posibles y medibles en un plazo determinado, sabiendo que habrá seguramente tropiezos, y que el camino al logro es lo que verdaderamente nos hace crecer.
Si quieres usar el término de la mejor versión aquí te propongo 4 puntos a considerar:
- Enfócate en el proceso más que en el resultado (da pasos pequeños pero constantes, reconoce y celebra los
pequeños logros) - Acepta la imperfección y los fallos (son oportunidades para crecer y parte de tu propia evolución)
- Establece metas realistas y flexibles. (si en el camino necesitas hacer ajustes, hazlos de forma consciente)
- Imprime tu sello y autenticidad (cumple tus propias expectativas no la que los demás te imponen, encuentra
el sentido a lo que quieres lograr).
Así que adelante, en la autenticidad del proceso está el verdadero progreso.