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Tiempos reales y ficticios

Para inscribir los recuerdos en nuestra memoria hace falta revivirlos. Hay recuerdos que nunca  quiero olvidar, sin embargo, el tiempo y la memoria son tesoros efímeros. Hay detalles que se  difuminan y quedan perdidos en el río de la conciencia cada minuto, cada hora, cada día que  pasa, hasta que un día quizás se hayan perdido por completo. Al igual que cuando escribes tu  nombre en la arena y las olas harán que se disipe lo inscrito en ella.  

Quiero escribir acerca de aquello que es inefable; aquello que no es duradero. No sólo acerca  de hechos concretos, si no de las sensaciones precisas y pasajeras que ciertas experiencias me  producen. Aquello que se vive de forma única porque sabemos que esto también pasará y que  también se disipará con las olas. 

Watanabe, el protagonista de Tokyo Blues de Murakami dice lo siguiente cuando intenta  acordarse de Naoko veinte años después de conocerla:Conforme vayan pasando los años,  más tiempo me llevará evocar su rostro. Al principio era capaz de recordarla en 5 segundos,  luego esto se convirtieron en diez, en treinta segundos, en un minuto. El tiempo fue  alargándose paulatinamente, igual que las sombras en el Crepúsculo. […] Por eso ahora estoy escribiendo. Soy de ese tipo de personas que no acaba de comprender las cosas hasta que las  ponen por escrito.” 

Yo añado que, no sólo soy del tipo de personas que escribe para comprender. También escribo  para recordar: para que las sombras nunca se alarguen del todo en el crepúsculo de la  memoria. 

Escribir acerca de mis recuerdos, puede llegar a ser un intento de contener, al menos en  palabras, todas aquellas sensaciones que afloran en mi cuando soy capaz de entregarme a la  vida, como una cápsula de tiempo que aún conserva la viveza de la experiencia emocional. 

Preciado menciona en su libro Dysphoria Mundi que los libros son una biografía escrita con las  palabras de otros, hecha de acumulación y orden de los diferentes libros que alguien ha leído  durante su vida, un puzle textual que permite reconstruir la vida del lector. Para mí, no solo  cuentan los libros que leo, si no todas las palabras y escritos que se cruzan en mi camino y que  albergan un significado especial. Desde los mensajes de mis amigas, a las letras de las  canciones que escucho, pasando por los recuerdos que decido escribir para que formen parte  de esa biografía escrita. Son historias que me arropan. 

Ser protagonista y autora de mis propias historias me permite construir mi propio puzle  textual: un testimonio único y encarnado acerca de mis propias experiencias. Mis diarios, no  son otra cosa que una construcción textual que me permite coleccionar mis recuerdos a través  de las palabras. Yo soy creadora de mi propia biblioteca mental y emocional y las historias que  escribo aquí, serán para siempre tan reales o inventadas como mis propios recuerdos lo sean.  El recuerdo es una forma de subjetivación, una narración que puede acercarse a la ficción,  porque la historia que nosotros mismos nos contamos, puede ser tan real o fantástica como  nuestro pensamiento lo desee. En la ficción todo es posible. La narrativa de la memoria está compuesta de la realidad vivenciada, pero también de los cambios constantes del presente que  influyen y determinan cómo recordamos.  

Preciado también dice que a nuestras bibliotecas -físicas o mentales- hay que añadir los libros  que poseemos sin haberlos leído, aquellos que reposan en las estanterías o esperan sobre las  mesas sin haber sido nunca abiertos. El piensa que estos libros son un indicador de anhelos  frustrados, deseos pasajeros, amistades rotas, vocaciones no realizadas, depresiones secretas,  o quizás, un cuerpo de ficción externalizado y público. En nuestros recuerdos, también habitan  ficciones que, como bien dice Preciado, podrían describirse como cuerpos de ficciones en este  caso, internalizadas e íntimas.  

Las fantasías, los anhelos, los miedos y las emociones son esos libros no leídos que sin embargo  acompañan y construyen los hechos que recordamos y construyen nuestra biblioteca de  recuerdos a modo de conmemoración de los hechos. Nadie escribe por puro placer, si no por  necesidad. Por la necesidad de ordenar su espacio mental e imprimirlo en el texto. Nos  contamos historias sobre nosotros mismos para entendernos y consolidar nuestra memoria entretejiendo realidad, fantasía y emoción. 

Paul Ricoeur, el filósofo francés, se refirió a la narración como “tiempo humano”, una forma de  ligar experiencias en una secuencia temporal y crear relaciones entre ellas. 

Escribir utilizando el recurso de la memoria es un desafío a la fugacidad del tiempo y una forma  de otorgar sentido a la experiencia en base a dicha fugacidad. La memoria, Mnemosine, la  madre de las musas, es clave en el arte de la literatura. Los recuerdos pueden desvanecerse,  pero cada palabra escrita permanece para siempre. Por eso me gusta escribir: porque trasciende el tiempo y el espacio. 

Cuando leí a Siri Hustvedt entendí que cuando las historias son escritas siempre van dirigidas a  otra persona, aunque esta otra persona sea el Yo. Las historias son dialógicas por naturaleza,  no solo entre un yo que escribe y un que las lee, sino también un diálogo entre realidad y  ficción. Siri expresa: cuando me cuento una historia sobre mí misma, cuando uso el pronombre <<yo>> en una frase y me represento a mí misma frente a mí, mi <<yo>> implica un <<tú>>.”  

Debemos convertirnos realmente en otra persona, hacer de nosotros una ficción. Narrar  nuestros recuerdos y experiencias es reinventarse, imaginarse un yo pasado al cual le  concedemos la posibilidad de ser algo más que un solo recuerdo. También un anhelo, un  sentimiento presente, una perspectiva: una historia por sí sola. 

Mi biblioteca de recuerdos es una de mis muchas bibliotecas. Escribir, así como leer, es  entonces un lugar seguro donde realidad y ficción se unen formando mi mundo interior, pero, sobre todo, es una forma de procesar las experiencias vitales que se adhieren a ese mundo  interior, a mi memoria y a mi forma de percibir la realidad.

Victoria Ferro

Psicóloga en ciernes, amante del arte y persona sensible.

2 Comentarios
  1. Me gusta mucho la manera “filo-psicológica” ( si se me permite el término) de comprender y transmitir. Coincido contigo.
    Felicitaciones!!
    Muchas gracias.

    Hebe

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