La casa está vacía. Cuando llego del trabajo nadie me recibe. El silencio se apodera, devora cada rincón, conquista cada recoveco. Se me encoge el corazón, me invade la tristeza, me abrazan los recuerdos.
Te veo en cada lugarcito de esta casa.
Sonrío al verte en mis pensamientos, y enseguida me pongo triste porque recuerdo que no estás. Qué poco dura la fantasía, ese deseo de tenerte siempre a mi lado.
Y tengo miedo de empezar a olvidarte, aunque sé que es imposible. Veo tus fotos, tus vídeos, una y otra vez. Lloro de melancolía y de alegría de poder tenerte otra vez aunque sea en mis sueños.
Tu parque favorito. Sigo yendo allí todas las tardes, y te veo. Como un holograma en mi mente, siendo pleno. Feliz. Despreocupado del mundo.
No es fácil vivir en un mundo sin ti. Eras parte de mi familia, de mi rutina, de mi vida. Me llenabas. Me sacabas de la soledad y siempre, sin excepción, te alegrabas de verme. Movías la cola, saltabas. Alegría genuina, sincera, verdadera.
Tu vida ha sido un suspiro. Pero siempre supe que sería así. Los perros viven menos que las personas y es un hecho irremediable.
Te extraño chico.