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Ser mujer no es sólo ser mujer

Hay algo profundamente hermoso y complejo en la experiencia de quienes vivimos en la piel femenina. Es un viaje que carga siglos de silencios, luchas y resiliencia. Una travesía que no siempre ha sido amable, pero que nos ha moldeado en formas que el mundo apenas empieza a comprender. Porque ser una mujer no es simplemente existir; es sobrevivir, amar, construir y renacer, incluso cuando todo parece quebrarse.  

A lo largo de la historia, hemos sido el blanco del dolor. Muchas de nosotras hemos sido heridas, maltratadas, ignoradas o reducidas a sombras por quienes temieron nuestra luz. Hay quienes cargan cicatrices visibles, marcas físicas que hablan de noches interminables de miedo. Otras llevan heridas invisibles, esas que se esconden en el corazón y que solo la mirada más atenta puede descubrir.  

En el dolor, hemos encontrado una verdad inquietante: el valor no se mide en lo que sufrimos, sino en lo que decidimos hacer con ello. La adversidad no nos define, pero nos moldea; somos como el acero que se fortalece en el fuego, como las raíces que perforan la tierra más dura buscando vida.  

¿Cuántas de nosotras hemos escuchado que “no valemos lo suficiente”? Que nuestro lugar es el silencio, que nuestras lágrimas son debilidad, que nuestra voz es un eco que no merece ser escuchado. Y, sin embargo, ahí estamos, alzándonos desde el abismo una y otra vez, con la frente en alto. Porque hemos aprendido que nuestra fuerza no depende de quien nos derrumba, sino de nuestra capacidad de levantarnos.  

Es imposible no pensar en aquellas mujeres que viven en contextos de abuso, que han sido golpeadas por manos que juraron protegerlas, que han sido silenciadas por palabras cargadas de desprecio. No podemos olvidar a quienes han perdido su libertad, atrapadas en un ciclo de violencia que el mundo prefiere ignorar, aquellas, presas de una depresión. Pero incluso en esos momentos de oscuridad, hay una chispa que no se apaga, una llama que arde con la esperanza de que la vida puede ser diferente.  

Ese valor está en las que, a pesar de la tormenta, siguen creyendo en un mañana. En las que buscan ayuda, aunque les tiemble la voz. En las que abrazan a sus hijos con el último aliento de fuerza, ofreciéndoles un amor que ni el dolor más profundo puede extinguir. El verdadero coraje no siempre se ve en los grandes actos; a veces está en esos gestos silenciosos, en seguir respirando, en resistir un día más.  

Pero no somos solo nuestras heridas. También somos constructoras, creadoras, soñadoras. Somos las que transforman el dolor en poesía, las que convierten el sufrimiento en movimientos sociales, las que toman la mano de otra mujer y le susurran: “No estás sola”.  

La verdadera esencia de quienes somos radica en nuestra capacidad de regenerarnos, de encontrar belleza incluso en medio de las ruinas. Somos como los campos de girasoles que, tras la tormenta, giran su rostro hacia el sol, buscando siempre la luz.  

Y aunque el mundo a veces parezca sordo a nuestro clamor, seguimos dejando huellas imborrables. Cada mujer que decide alzar la voz contra el abuso, que lucha por sus derechos, que defiende su espacio, está cambiando el curso de la historia. Cada una de nosotras, en nuestra vida cotidiana, estamos tejiendo un futuro donde podamos caminar libres, sin miedo, con la certeza de que ese valor no depende de nadie más que de una misma. 

Hoy, más que nunca, es tiempo de mirar hacia adentro y recordar que no somos débiles ni insuficientes. Somos infinitas, complejas, indomables. Somos testigos de nuestra propia capacidad de amar, de crecer, de sanar. Y aunque nos hayan roto, aunque el mundo intente silenciarnos, nunca dejaremos de ser faros de esperanza en un mundo que necesita nuestra luz

El verdadero valor de una mujer no está en lo que otros esperan de ella, ni en los roles que le asignan. Está en su capacidad de transformar el sufrimiento en fuerza, de mirar al abismo y decidir construir un puente. Es, al final, su esencia indomable, esa que ninguna circunstancia, por adversa que sea, podrá jamás arrebatarle.  

“Somos la raíz y la flor, la herida y la cura, la fuerza y la ternura. En cada una de nosotras habita un universo que jamás dejará de expandirse.”

Elisa Jhoselinia Susanibar Carlos

Una escritora y apasionada por la poesía.

2 Comentarios
  1. No sé porque se me metió algo al ojo 😭😭😭es tan hermoso y verdaderamente digno de admiración este poema, es cierto todo lo que se expande en el tema contra el abuso o la no “valoración” a la mujer. Cada punto, cada verso y palabras encajan con la condición de cada una, la profunda poesía cae como anillo al dedo de aquella mujer que necesita leer estás palabras. 💕💕💕💗💗💗

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