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Salud mental: ¿sabes cómo gestionar tus emociones?

Imagen creada con IA por agencia Swing28.com

Estamos viviendo momentos sociales tensionados. Desde la pandemia, y me atrevería a decir que mucho antes, se ha convertido en conversación típica de bar, comentar que “la gente está cada día más desquiciada”.

Lo decimos alegremente, sin darnos cuenta de lo que implica esa simple frase. Implica que la gente está preocupada, estresada, deprimida, que ha perdido la empatía, la asertividad, la paciencia, las ganas de comunicarse y de socializar, la alegría. Que tiene la salud mental hecha unos zorros.

No somos conscientes de que estamos ante un verdadero problema, no sólo de salud pública, sino también de salud social (si es que ese término existe). Nos estamos volviendo egoístas, individualistas, poco comunicativos. Estamos perdiendo las redes de apoyo que antes existían con la familia, los vecinos los amigos… Estamos perdiendo nuestra salud mental. Estamos perdiendo a personas, más de cuatro mil el año pasado fallecieron por suicidio, (y las que no lo consiguieron) a las que seguimos juzgando y culpabilizando. Y parece que no pasa nada.

Y es que no pasa nada, porque vamos con el piloto automático puesto. Buscamos justificación a todo lo que queremos justificar en cualquier “coach” que seguimos por redes, o en algún estudio de tres al cuarto digno de las “teorías científicas del todo a cien” que me saco de la manga yo misma los domingos en el vermú.

Y ¿porqué no pasa nada? ¿Cómo hemos podido llegar a este punto? ¿A dónde nos puede llevar eso?

No estoy capacitada para responder con autoridad a ninguna de esas preguntas. Pero ahí van, mi teoría del todo a cien y mi análisis amateur. Este análisis viene de varios campos de experimentación: Mis propias vivencias, y el hecho de trabajar con personas que a veces me tienen que contar cosas muy duras e íntimas. 

La sociedad de la inmediatez en la que vivimos es un caldo de cultivo idóneo para problemas de autoestima, si no conseguimos las cosas ya, parece que somos unos fracasados. Las redes sociales ahora, y los estereotipos de toda la vida, nos marcan como debemos ser: Perfectos… buen cuerpo, inteligentes, independientes, felices siempre… Pero resulta que la vida no es así. 

No todos somos guapos, no todos tenemos una carrera exitosa, no todos podemos viajar, salir cuando queramos, hacer mega compras de ropa, no todos tenemos una vida personal envidiable con una familia preciosa y una pareja que nos adora y nos baja la luna. Y ¿cuál es el resultado de que no cumplamos todo lo que se supone que tenemos que cumplir? La frustración.

Nadie nos enseña a lidiar con la pena, con el duelo, con la pérdida, con la frustración, con la depresión clínica. Con la vida. 

Y poco a poco nos vamos hundiendo en un pozo que no tiene escala para salir de él. Y la oscuridad se va apoderando de nuestro interior, mientras nos vemos obligados a sacar al exterior la poca luz que nos queda para que nadie se de cuenta de que no somos lo que se espera de nosotros. No queremos preocupar, no queremos que nadie intuya nuestra pena, los miedos, las debilidades. 

No se trata de ir por la vida pegando mamporros porque no tenemos un buen día, ni llorando por las esquinas. Se trata, simplemente de que nos enseñen a gestionar los sentimientos, a practicar la resiliencia, que aprendamos a querernos con nuestras luces y nuestras sombras, a aceptar los limites que tenemos y a resolver lo que sí podemos resolver. Se trata de dejar de denostar la terapia, porque si no aprendimos a gestionar las emociones de pequeños, tendremos que hacerlo de adultos. No podemos ser unos “psicoateos” que se nieguen a acudir a un psicólogo, a veces no podemos tirar del carro solos y necesitamos ayuda. 

¿Por qué si tenemos un cáncer nos ponemos la quimioterapia aunque nos caiga el pelo y vomitemos hasta las papillas que comimos de bebés, pero nos negamos a limpiar la herida interna que nos hace ser infelices?

Parte del problema es que es casi imposible acceder a un especialista de salud mental que nos ayude fácilmente, porque para empezar en la salud pública es inviable tener una terapia con la frecuencia necesaria. Y porque esto no es como el traumatólogo, que te pone el yeso y ya está, para poder curar el alma, el profesional que te ayude tiene que encajar contigo, tiene que haber cierta conexión, tiene que ser con el que te sientas cómodo. Ensayo y error, y dinero. Mucho dinero. Y eso es un bien escaso hoy en día. No le damos la importancia que tiene, porque nadie nos explicó que entre las inversiones más importantes de la vida no solo está la vivienda y los estudios, sino también esto. 

La mayoría de la gente va por la vida como puede, pero hay mucha gente que simplemente no puede. Y acaba llegando a la conclusión de que el mundo en general y su entorno en particular estará mejor sin su presencia. hasta esos límites llega a veces la oscuridad que nos posee. Van cerrándose, ocultando, mintiendo a todo el mundo para que nadie se de cuenta de que están fatal; porque nos han dicho que estar mal es malo, que pedir ayuda es de débiles, que no ser feliz es cuasi delictivo. Después vienen las sorpresas y los lamentos: No lo vimos venir, no dio señales, no confiaba en nadie, era un cobarde, no nos contó nada, no parecía estar mal… ¿y cómo va a perecer que está mal cuando estar bien es lo único aceptado? 

La culpa nos corroe el alma porque nos han enseñado que todo es culpa nuestra. Lo interno y lo externo. Confundimos responsabilidad con culpa y no sabemos diferenciar los términos. Las personas culpamos a los demás de todo lo que nos pasa para no asumir nuestras responsabilidades sin darnos cuenta de que igual esa palada de culpa es la que acaba de enterrar el ánimo del otro. Pero así no la cargamos nosotros. Nosotros solo queremos cargarnos de la razón. De “¿ves? tenía yo razón”, pero al final, tenemos mucha razón y muy poca paz mental.

No pretendo con este artículo dar ninguna lección, ni hacer ningún estudio, y mucho menos sentar cátedra de nada, es mi opinión personal sobre un tema que tiene muchísimas más aristas de las que se pueden ver. Es un Iceberg que para cada persona tiene diferente color, diferente tamaño y diferentes implicaciones personales. Pretendo, en todo caso, abrir un melón que pocas veces se abre en las conversaciones de café. Que parece que evitamos a propósito porque es un tema que nos afecta en mayor o menor medida a todos en alguna ocasión, porque, seamos sinceros, nunca nadie está bien siempre. Todos hemos tenido, tenemos o tendremos problemas de salud mental, y aprender a gestionar eso es una base para que la vida de nos haga menos bola. 

Ojalá aprendamos a hablar más de esto y podamos visibilizar todo lo que implica la falta de gestión emocional. En cualquier edad. Ojalá seamos más comprensivos con nuestros propios miedos y alegrías y sepamos, de una vez por todas, que la vida es una y que merece la pena luchar por vivirla con paz y surfeando las olas emocionales, porque al fin y al cabo, y por suerte, la vida no es plana, es un mar repleto de mareas vivas, y de tormentas, y tsunamis, y calmas chichas. Y en todas esas situaciones hemos de aprender a mantenernos a flote con la embarcación que tengamos, ya sea mejor o peor. Tenemos que ser los capitanes de la vida que nos toque vivir y capear todos y cada uno de los temporales que vengan.

Mónica Domínguez

156 cm de humor negro, ironía y un poquito de bondad. Felizmente libre.

1 Comentario
  1. Sorprendente pero cierto, un tema que nos incumbe a todos, una reflexión que nunca es tarde para hacerse a uno mismo. Me encanto

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