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Quiero morir bailando

Dicen que cada quien tiene sus pasiones. Yo tengo más de una, y todas en torno al arte. Últimamente escribir se ha transformado en eso que hago todo el tiempo porque puedo hacerlo en cualquier lado, aunque para mí siempre es un ritual.   

Es curioso cómo moldeamos el cuerpo dependiendo de la acción a realizar. No es el mismo tono, el de un cuerpo en reposo,  que el de un cuerpo que se prepara para una maratón. Para escribir, yo voy pasando por todas las posiciones, sobre todo si estoy haciendo un relato largo. Una coreografía de posturas entre pensamientos aleatorios. 

Soy movediza y con atención débil, aunque muy precisa cuando hago algo que quiero. Me gusta danzar con las palabras, o quizás ellas danzan conmigo. No lo sé. La danza me inspira, me mueve las tripas, es como un cosmos de fluidos que necesito expulsar.  

Escribo como remedio para el colapso. Escribo para decir lo que otros no saben cómo, para decir lo que algunos no quieren asumir, para decir lo que mi cuerpo no quiere callar. Poner en palabras, formar oraciones, frases y así, en bucle.  

Cuando hago coreografías uso el mismo método, sigo la brújula que está instalada en el centro de mi cuerpo, ese centro que me permite moverme y hacer un baile acompasado con la gravedad.  

Soy una observadora de la vida, de esas cosas minúsculas que pasan en cuestión de segundos, de las acciones inconscientes, de las acciones repetitivas y de las acciones forzadas. Todo es una historia que quiero contar. 

Escribo como bailo o quizás bailo como escribo. 

Necesito decir. Me gusta el sonido de las palabras cuando vibran hacia el exterior. Bailo las consonantes como hobbies. Trazo unas curvas y contracurvas en una caligrafía desaforada y absurda.  

Utilizo el sonido de los jugos gástricos para bailar la lucha de eso que no se guía por el corazón. Miro el reflejo del sol en el suelo, que se convierte en una montaña rusa de  palabras no dichas. 

Hago el amor en la sintaxis de una oración tras otra. 

Me muevo con una pasión estrepitosa, como con una necesidad regida por Venus. 

Bailo, porque lo necesito. 

Escribo, porque callar, no sé. 

Como diría Rosa Montero en su libro “El peligro de estar cuerda”: 

“Quiero morir bailando, igual que escribo” 

Naiara Verdun

Bailarina que escribe. Argentina, pero viajera empedernida.

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