A veces me cuestiono qué es el amor realmente, y al final mis sentidos me dicen siempre la misma cosa. El amor es elegir mil veces, es elegir a una persona por encima de otras cuando las cosas van bien y cuando las cosas van mal, es escoger el mismo olor a pesar de posibles estímulos externos, es la decisión de querer volver siempre, cada noche, al mismo cuerpo.
El amor es desear compartir absolutamente todo lo que te pasa cuando no estás con esa persona, es querer contar y querer decir, es poner sobre la mesa silencios y palabras, días tontos y días raros, días buenos y días maravillosos. El amor es convulsión, es tumulto, son ápices mágicos que envuelven la cotidianidad.
“El amor de ahora debe ser el recuerdo más bonito de mañana”
El amor, supongo, es no querer ser solo tú el protagonista, sino querer ser protagonista acompañado. El amor es acordarte de alguien en la ausencia de mensajes, en la ausencia de cercanía. El amor es vivir la soledad en cualquier lugar del mundo, y sonreír pensando en que habría alguien feliz viéndote, mirándote, conociéndote. El amor es sentirse libre, sentirse uno mismo, y sentir que nada importa. El amor son también equivocaciones y errores, tiras y afloja, entendimientos mutuos que quizá nadie más en este mundo entiende, porque al final la locura de dos locos nace solo de dos corazones. El amor es una sensación y es un vínculo, es una confianza absoluta. El amor es valiente. Y es cobarde a veces cuando tambalea, cuando el miedo se apodera de nosotros, cuando crees que algo tan bueno puede irse. El amor tiene que ser como las canciones que nos llegan a las vértebras, del mismo valor que esos amigos que no quiebran. El amor debe hacernos brillar, debe subirnos a las nubes, debe darnos un valor añadido. El amor de ahora debe ser el recuerdo más bonito de mañana. Y se me olvidaba. El amor es también proteger, es el compromiso de la ayuda, es poner un bienestar ajeno por delante del propio.
Es saber que entregarías hasta el último órgano, hasta el último dedo, hasta el último esfuerzo por arreglar algo, por salvar a alguien. Saber que regalarías, para que esa persona respire, tu última bocanada de aire.
