Desde pequeña soñaba con una casita en el campo, con la puerta de madera, la hiedra deslizándose sobre la fachada y una balconada torneada.
Luego me di cuenta de que ese sueño no era una casita sino una persona. Esa quien te hace sentir un hogar. El abrazo del calor junto al fuego en la chimenea al caer la noche. El soplo de aire fresco al abrir la ventana en la mañana.
Los pies desnudos en la tierra cuando ya ha salido el sol y se riegan las flores. Esas que van creciendo a medida que contemplan como lo haces tu.
Como lo hacemos nosotros.