No sé dónde llegaré por donde voy,
porque es frondosa la oscuridad
y no he preguntado el destino.
Voy porque soy libre
y la libertad no es precisa.
También te bifurca conceptos,
te posee y se encierra en ti,
te mide, te cuestiona y se pierde.
Hay un pasillo en Roma
oscuro y húmedo,
otro en Manhattan
y otro en Buenos Aires.
Son el mismo.
En los tres te he perdido
corriendo a huida de plomo
a ruido de miedo,
a miedo de muerte.
Hay demonios en San Cebrián
que son los mismos que se alojan
en la localidad de Obligado
o en Carahue.
Canta el gallo.
Los demonios se escurren
hacia éste pasillo donde estoy,
donde estás, donde todos estamos.
Se escucha el susurro de un Hombre
y el grito de una mujer,
él le pide que no chille,
porque le hace daño en los oídos,
pero en realidad, no quiere evidenciar
la atrocidad de lo que le dice en secretos.
Isabel tapió por miedo
la cueva, con argamasa y piedra
y dejó atrapada esa luz
a la que llamaron demonio.
Era la Libertad
que también tiene nombre de mujer,
cuerpo de fragata
y grito agudo.
Bravo hermoso poema