Tus ojos crepusculares me absorben como si de dos esferas se trataran: devoran mi ser y quedo cautiva bajo la inspección de una mirada que no entiendo, pero seduce. En tu retina puedo inventar un hogar, una atmósfera que pasa a ser habitable.
¿Cómo puedo ser tus ojos y al mismo tiempo hacerlos míos?
Semejante a un ambiente desértico que sueño con transformar, termino emergiendo en medio de azulejos que cubren paredes invisibles; sus texturas se diluyen con mis rasgos quebradizos, dándole una pizca de color a mi carne muerta.
De repente, aquella ilusión se vuelve una habitación en ruinas donde el polvo es una fina capa. Donde cuchillos sin vida me atraviesan de cerca, formando un hilo rojo con mi sangre espesa. En tus ojos encuentro también un silencio sepulcral. Soy una habitante que no se halla entre su inmensidad y la oscuridad que nace cuando los párpados se pliegan.
Por eso he decidido crear otros rostros, alojarme de cerca desde la dulzura de quien descubre un nuevo pasatiempo. Crear mis días en carnes frescas, usar otros ojos como un medio.