Y cuando las nubes te envuelvan el rostro, el rocío de la tarde estará presente, las lágrimas descubrirán su curso por tus mejillas sonrosadas y tus poros abiertos; absorbiéndolas, despacio, las harán recorrer caminos: mares de líquidos y fluidos internos.
Y cuando me halle frente a tus ojos, aquellas lágrimas brotarán de nuevo. Tan fácil como inevitable será esconder el rostro entre las manos y sollozar; un profundo pero doloroso encuentro de sonidos y lamentos. Pero esta vez ya no me quedaré (¿cómo podría quedarme si realmente nunca estuve?).