Para mamá, la luchadora de la casa.
No sé ni por dónde empezar. Tantas cosas han pasado desde que te fuiste. Todavía recuerdo aquel invierno del 98, como si fuese ayer: papá y yo te estábamos esperando en la estación de tren, traía mi más reciente dibujo; salíamos los tres y quería que tú lo pusieses en la nevera, al igual que el resto. Sin embargo, solo fue tu pequeña mochila lila la que salió del vagón de tren. A partir de ese día, tuve algo muy claro: iba a ser como tú e incorporarme a las Fuerzas Armadas Españolas en cuanto cumpliese la mayoría de edad.
Algunos me dijeron que me olvidase, que estaba loca al pensar que una mujer podría entrar en las Fuerzas Armadas; otros que me dedicase al hogar o a la limpieza, lo que llaman “trabajos de mujer”. Pero no me importaba ninguna opinión ajena a la tuya y papá.
Siempre recordando lo que me decías antes de dormir:
Puedes ser princesa pero me gusta más ser guerrera porque, si te caes, te vuelves a levantar
No puedo negar que en un principio me dio miedo. Cuando tú te uniste, la sociedad no era muy moderna, pero siempre fuiste una mujer valiente y poderosa: sobre todo, guerrera.
Por ello deje de dudar de mí misma y di el paso de unirme el mismo día de mi cumpleaños. He de decir que me quedé boquiabierta, porque tenían una pared dedicada a las grandes inspiraciones de las Fuerzas Armadas Españolas y ahí estaba tu nombre:
“Esmeralda Chinea Hernández”. Todo el mundo se alegró de verme la cara porque fue gracias a ti, que alzaste la voz, que ayudaste a crear las actuales Fuerzas Armadas Españolas libres de prejuicios, donde las mujeres constituyen un pilar fundamental en la academia y donde se aprende a levantarse si se cae, como siempre me decías.
Es en la FAE donde he aprendido los valores que implica ser militar, porque es una forma de vida, donde he aprendido a resolver los problemas y donde me he convertido en la mujer que soy hoy en día. Esto no hubiese sido posible si tú no me hubieses enseñado desde pequeña la importancia y lo bonito de la profesión. Mi más reciente misión ha sido ir hasta Gaza, lugar en el que algo por dentro que no tiene palabra que lo describa. Estar allí me ha enseñado a valorar todo lo que tengo y todo lo que otros pierden. Estuve al borde de reunirme contigo pero me tendiste la mano para que me levantase, como siempre me decías, y para recordarme nuestra frase: puedes ser princesa, pero me gusta más ser guerrera.
En los últimos meses he tenido la gran oportunidad de que me nombren directora de las nuevas integraciones a las FAE. Este logro ha sido posible gracias a mi pasión e implicación a las Fuerzas, al demostrar que el género es indiferente si cuando haces algo lo haces con pasión y ganas; también a tu gran implicación cuando estuviste presente.
Además, nuestro más reciente proyecto son las conferencias en diferentes institutos de enseñanza para romper falsos mitos sobre este profesión.
En definitiva, quiero demostrar a la sociedad el progreso de la mujer desde su incorporación en las Fuerzas Armadas, la situación de integración, así como el futuro que avanza. Fue gracias a ti que hoy alzo la voz y te puedo decir lo cumplimos, mamá.
Te extraño mamá.