La Pareja puede ser abierta, cerrada, de medio lado, poliamorosa o no definida qué como señaló [se abre una cortinilla de estrellas cuando digo su nombre], la Vasallo, el sistema monógamo nos ha hecho jerarquizar unas relaciones por encima de otras. Y por eso, claro que me creo que el novio de mi amiga muy probablemente le haya aportado mucho más apoyo que sus amigas durante su mala época, porque el tiempo que destinamos a cuidar a nuestra pareja no se lo destinamos a cualquier otra persona. Al igual que creemos que podemos contar más con nuestras parejas para determinados dolores que con nuestras amigas. “Mi pareja es mi amiga”, me podrían decir. “Ves a fer la mà”, contestaré. Sabes a lo que me estoy refiriendo. Existen infinitud de personas que han convertido en su principal red de apoyo a su pareja y yo no voy a entrar en valorar si eso está bien o está mal porque “entre el bé i el mal podríem aspirar a l’alegria” (Joan Fuster).
Pero dejando de lado las odiosas comparativas entre vínculos parejiles y afectivos, llegadas a este punto, me encantaría enunciar a modo lista de la compra o repaso de la cartilla del banco una y mil situaciones por las que ser conscientes de que hemos romantizado la amistad. Por romantizar me refiero a idealizar los vínculos de amistad, creerlos sagrados, sanísimos y súper gestionables. Y para hacer la temible lista he escupido sobre un Word lo que he titulado “las crudezas de la amistad”. Mientras lo hacía me he dado cuenta que ésta puede ser clasificada en: “crudezas de la amistad en relación a sus novixs” y “otras amarguras de la amistad”. Allá voy.
Entre las “crudezas de la amistad en relación a sus novixs”, he querido referirme a todas aquellas cosas que te hacen que te explote el cerebro y llore tu rabia porque resulta ser que la idea de la Sister Hood que te habías montado en tu cabeza, funciona mejor en estado soltera que en estado no soltera. Entre los dolores ofertados están: cuando tus amigas empiezan a hacer planes de futuro con sus novixs sin contactar contigo (crear su particular institución familiar, vaya) y por ende, cada vez eligen más estar con sus vínculos que estar contigo para viajar o planear viajes, llorar y/o soñar en general. Cuando tu amiga te dejo de hablar porque prefirió quedarse con el subnormal aquel que rozaba una posible querella por violencia de género. No olvidemos que es tremendamente difícil salir de la boca del Lobo Violencia de Género, pero sea como sea, ella te ha expulsado de su vida y se ha quedado con el lobo. También tenemos cuándo se prefiere el consuelo de los besos y las relaciones eróticas antes que estar con tus amigas… Y con esta me detengo. Porque no querría que os confundieseis si habéis llegado a leer esta reflexión hasta aquí. Yo puedo y de hecho soy a veces la culpable y también la víctima directa de todos estos crímenes contra la amistad.
En un, para mi futuro nada agradecido, ejercicio de oversharing, el otro día estaba mala, malita, muy mala. En ese momento también estaba con mi compa (aka novio en términos no progres) y nos teníamos que separar porque vivimos en territorios y dinámicas laborales muy diferentes. Mientras me acompañaba al tren con destino hacia mi casa (aunque yo creía que sería destino al final de mi existencia, me encontraba realmente mal), me puse a llorar con pocas posibilidades de ser consolada, por nada, ni nadie, porque quería quedarme con él. Mi desconsuelo me llevo a decirle entre mocos y sollozos: “Es que tienes muchísimas menos habilidades emocionales que cualquiera de mis amigas pero yo me quiero quedar contigo y que me des besos”. Esta actuación patética, la coja por donde la coja, producida por la ayudante de dirección del drama de mi vida, me ha dado mucha lucidez en este asunto de “las crudezas de la amistad en relación a sus novixs”.
Creo que la intimidad nos ha jugado una mala pasada. La anteponemos o al menos anteponemos nuestras expectativas sobre la intimidad, qué amalgamadas con nuestra supuesta libertad individual crítica, nos hace creer que somos más libres o conscientes sobre nuestras acciones y maneras de movernos por el mundo, pero vaya, nada nuevo bajo el sol: que no es del todo así. Consecuentemente, yo también he sido esa amiga que ha preferido estar con una pared emocional que le proporcione esa intimidad deseada en base a sus expectativas, que con cualquier amiga con una inteligencia emocional que la cuide de la manera más interseccional, crítica y tierna que exista en el mundo. Así que esto no solo va de crítica, sino de autocrítica, escribir y pensar nos hará libres ¿no? Aprovecho para pedirle “ho sent” a mi compa por insinuar que no tiene habilidades emocionales.
Para continuar con la lista de la compra de las crudezas amistosas, están todas esas otras situaciones que he decidido meter en cajón desastre de “otras amarguras de la amistad”. Empezando por el primerísimo principio de cuándo te fuiste a vivir con tu amiga y no salió bien, nadie dijo nada, nadie gestiono nada y simplemente ya no viviréis juntas jamás. O, aquel viaje que te hiciste con esa colega con la que no volverías a ir más allá que a la vuelta de la esquina. Cuando le hiciste gosthing a tu amiga durante semanas, meses o qué se yo a pesar de que “la quieres mucho”, o peor aún, cuando has tenido un conflicto con una amiga y te has enterado por su gosthing. Cuando decidiste abandonar un círculo de amistad porque no te quedaba otra opción, era eso o quedarte solas hiriendo su ego o peor aún, el tuyo. Cuando no sabes cómo frenar que en tu grupo de amigxs todxs se critiquen entre ellxs pero que dicen “que se quieren muchísimo”. También tenemos cuando estás hasta el coño de escuchar las penas repetitivas de tu amiga que está en un bucle terrible y tú no puedes más “porque ya tienes bastante con lo tuyo” pero su “bucle” está más relacionado con una deficiente salud mental que con un bucle. Cuando no adaptas tus planes a las condiciones particulares de tus amigas porque “no te apetece”, “es un rollo” o “este plan así no me gusta”, siendo estas condiciones cuestiones cruciales como la clase social (tu amiguita no tiene pasta para echarse un vermuth de 5 euros al solete) o cargas familiares (tu amiga no puede venir con sus criaturas a un pub por la noche). Cuando tenías un conflicto con tu amiga pero fue más fácil dejarlo pasar y simplemente permitir que se enfríe la relación o incluso que muera (esto es lo que hablaba antes de que le echamos menos energía en “la gestión emocional” con nuestras amigas que con nuestros vinculitos afectivo-sexuales). O, la estrella de la corona, cuando tu grupo de amistad de toda la vida sigue reproduciendo los roles de poder de cuando ibais al instituto y no sabes cómo coño parlarlo (decía Foucault que el poder se podía diseminar en todos los sistemas más allá del capitalismo, o algo parecido). Y sin olvidar, cuando no tienes un grupo de amigas y eso, te duele. Y aquí me detengo de nuevo.
He visto a personas morir de pena por no tener o mejor dicho por no pertenecer a un grupo de amigas. La comparativa del sueño cosmopolita de tener un grupo colegas como el de Friends que pasan sus días en un café diciendo gilipolleces (sin olvidar lo que propicia la gracia de sus chistes: las risas enlatadas), o están en el piso de unas, o de otras, entrando sin llave, y sobre todo siempre juntas y sin trabajar (recuerdo que en menos de un diez por cien de los capítulos se les ve trabajando), porque tienen muchísimo tiempo libre y dinero para dedicárselo entre ellxs, riendo, conviviendo o creando espacios costumbristas y entrañables de la amistad. Y después… después estás tú, que vives en la ciudad y eres más graciosa que cualquiera de ellxs, y tienes que hacer croquis interminables para poder hacer coincidir a tu grupo de amigas en el caso de que lo tengas. Porque como he dicho, he visto a muchas personas sufrir el desamor de no pertenecer a un grupo. Y, viviendo en una sociedad como la nuestra, donde la pertenencia al grupo lo es casi-todo (no lo digo yo lo dijo Maslow en el 1954), el sentimiento de soledad se le cae por los ojos a las personas que no lo tienen. Y es que series como Friends, Sexo en Nueva York o el etc. de series donde aparecen grupos de amigxs, desmerecieron a las amigas esporádicas, a las arrejuntadas de amigas que no se conocen, y no tienen nada que ver las unas con las otras, donde se hacen alquimias con ingredientes como: tu mejor amiga la amiga del pueblo, tu prima la que vive en la otra punta de la ciudad, la excompañera de trabajo con la que conectaste entre la precariedad laboral, a tu alma gemela de la amistad que conociste en un after, la que no te caía bien pero ahora es tu hermana, aquella de la primera fila de la universidad, la de la asamblea que ya no existe, la del curso de cerámica natural con secado a la luz de la luna llena, tu compañera de piso a la que conociste en una mani y todas esas personas preciosas que la vida te pone, pero te las pone en una unidad de persona. No en una unidad de grupo. Y la ausencia de grupo he visto yo qué duele. Y más que doler a veces no permite ver otras cuestiones importantes más allá del querer-pertenecer-a-un-grupo.
A pesar de todo, sigo totalmente de acuerdo con el feminismo, la Vasallo y ese largo etc. de personas que han dedicado su tiempo y esfuerzo en darle a la amistad el peso que tiene, porque estamos en contra de la jerarquización de la institución de La Pareja por encima de todo. No perdamos de vista que La Pareja es un hecho, un sistema, una meta, un aura que envuelve mal que nos joda nuestra existencia: la limita, la oprime o le da sentido, yo qué coño sé. Tampoco olvidemos que a La Pareja la empuja con fuerza el patriarcado y otras muchas cosas de las dinámicas capitalistas que hace que se nos aleje de la amistad. Y aunque todo esto es un marco insolayable lo que también nos aleja de vivir plenamente la amistad es el la romantización de las ideas, situaciones o relaciones. Porque crear colectividad no es tan fácil en un mundo con sistemas tendentes a la individualidad.
Así que amigas sí, grupos de amigas también, pero para desjerarquizar las relaciones de La Pareja y poner a la amistad en el lugar que toca, y sobre todo cómo toca, no la podemos entender solo en un sentido romántico. Hagámonos cargo de las amarguras de la amistad, gestionemos emocionalmente, escribamos, pensemos y démosle la vuelta a la idea, para hablar de que la amistad también duele para que, efectivamente, deje de doler. Porque desde el feminismo también la cagamos (y además, pero bien) y por supuesto también lo hemos hecho con nuestras amigas, las expectativas que le hemos colgado a la amistad y en fin, todo lo que he dicho anteriormente. Ah, y sobre todo no perdamos de vista que quienes nos han hecho romantizar la amistad son las mismas que nos hicieron romantizar las relaciones afectivo-sexuales. La culpa de todo la tiene Friends y más que la serie, quien nos puso una meta difícil de alcanzar: el capitalismo y su positividad tóxica, que aquí nos tiene latigándonos por no haber conseguido tener un grupo así o vivir la amistad asá. Aunque para qué mentir, quién no hubiera querido tener una amiga como Phoebe Bufay.