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Parte 3: La historia de Asbelta Mondarez

Asbelta

*Leer parte 2 “La historia de Asbelta Modarez”…

Un año después Asbelta pensaba en su familia como algo muy lejano, ya no tenía sueños de una vida mejor ahora soñaba todos los días con poder escapar. Cada día venían hombres que la violaban y pegaban, estaba atrapada en esa habitación y a merced de los caprichos de quién pagase por ella.

Tres años después Asbelta perdió toda esperanza y se dejaba hacer, de vez en  cuando algún hombre era más amable, entonces ella le contaba su calvario, había aprendido el idioma lo suficiente como para pedir ayuda, pero nunca la tomaban en serio, ni uno de los cientos de hombres que pagaban  por ella la creían, al final todos eran iguales solo buscaban sexo duro y sin complicaciones.

Cinco años después Asbelta ya ni  se molestaba en hablar con los hombres, solo hacía lo que le pedían y su mirada era tan fría, triste y distante como la de las mujeres que vio al llegar por primera vez al hotel.

Comían en la habitación poco y mal, apenas dormían, no hablaban entre ellas por miedo a las palizas y cuando se cruzaban por los pasillos todas bajaban la cabeza con vergüenza.

Ellas solo querían una vida mejor y emprendian un viaje que para muchas terminaba en el hotel, nunca saldrían de allí.

Asbelta había perdido toda noción del tiempo, no sabía si era de día o de noche, no sabía si llevaba cinco años o una eternidad, cada día era más difícil.

Ya no parecía joven y bonita ahora era una figura fantasmal delgada, pálida y muy triste, nunca volvió a reír, estaba añosa y muy cansada.

Aún fue peor cuando los clientes ya no pagaban por estar con ella, entonces la sacaron de la habitación que fue ocupada por otra chica nueva.

La bajaron al sótano,  ahora era un despojo que solo costaba dinero, ya no la suministraban droga y apenas le daban comida, la mandaban los peores y más sucios trabajos, y la usaban cómo saco de boxeo dándole palizas continuas.

Siete años llevaba fuera de su aldea ya no tenía fuerzas ni para asearse, estaba sucia apenas sin ropa y muy delgada, cada vez que bajaban las escaleras ya ni temblaba de miedo.

Un día ya no pudo más y con un trozo de cristal de una botella rota se abrió las venas, la vida se le escapaba mientras pensaba en su familia. La muerte de la que huyó ahora venía a salvarla, espiro su último aliento viéndose libre entre los campos de su aldea.

Susana Cuadrado

¡Próximamente descubre mucho más de esta redactora!

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